He leído un artículo viejo sobre el término “comfort creator” algo así como creador confortable. Lo usan los propios fans de un creador de contenido que les gusta, lo conocen, les parece amable y que pueden dejar de fondo en su vida mientras planchan o se echan la siesta.
No sé si tengo ese tipo de referencias, pero llevo ya tanto tiempo en Internet que sí sigo perfiles que considero ya parte de mi anatomía cultural o emocional. No sé cómo llegué a ellos y, en realidad, solo los visito de manera irregular a través de los años, pero todos tienen algo que me capturó en su momento. Me pasaba con Dooce, Heather Armstrong, que ha muerto hace un par de semanas. Me siento como una abuela de Internet al verme impactada. Estoy hablando del Internet de los años 2000.
Para mí Dooce fue la primera gran influencer. Es más, el nombre de su blog, to dooce, se usa para nombrar el hecho de que te despidan del trabajo por hablar mal de tu compañía o compañeros en tu blog, que es lo que le pasó a ella en 2002. Hizo historia en Internet con esa manera cándida y libre de los primeros blogs. Internet tenía algo naif para el que contaba y también para el que recibía. Luego empezamos a ser conscientes del relato, la exposición, la autenticidad o la falta de ella, y por supuesto de la comercialización. La he seguido de manera muy esporádica. Pero me hacía gracia cómo hablaba de su vida, sus hijas, su salida de los mormones, su divorcio… La cosa se empezó a poner chunga hace un tiempo: problemas de salud, su depresión, su alcoholismo…
He buscado a Taza (ya lo conté aquí), cada cierto tiempo volvía a su perfil para ver qué había pasado con ella. Y he descubierto que ya no tiene cuenta en Instagram. La ha debido borrar así como su blog. Me sorprende mucho. Construyó una imagen y una vida, un trabajo, una familia a ojos de medio mundo. Dicen que es porque su Iglesia ya no veía con buenos ojos a las influencers.
Mucha gente crítica la exposición y la venta de contenido pero lo hacen mirando sus vidas, sin pagar, expectantes ante el siguiente giro de guion. Consumen el contenido que critican y siguen, insisto gratis, desde años. En el caso de Taza, he leído muchos mensajes tipo: ¿pero cómo se atreve a no dar una explicación? ¿qué clase de servicio al cliente es este?
Hay más mujeres que dejaron las redes o Internet para volver a sus trabajos normales. Desaparecer. He leído este artículo: ¿Existe vida después de la influencia? Lee Tilghman (conocida como Lee from America) dejó su marca y su vida como influencer y le decía a un compañero de su nuevo trabajo de 8 a 5 que se quejaba de la esclavitud del trabajo de oficina:
“No lo entiendes. Crees que eres un esclavo, pero no lo eres”. Es al revés, agregó. “Cuando eres un influencer, entonces tienes cadenas”.
Me he acordado del descenso de Leandra Medine y de Jen Gotch. Leandra sigue con su newsletter pero su pequeño gran imperio desapareció. Y de Jen no tengo ni idea. Lo último que supe es que lanzaba un podcast y luego borró todas sus redes. Cero noticias. Solo hilos de foros que especulan acerca de unas y otras.
Esta semana en España Lucia Be anunciaba que cierra su empresa. Conozco algo a Lucía y me dio mucha pena, pero creo que si no nos conociéramos también hubiera sentido algo así. De alguna forma he seguido su andadura desde pueblito bueno, sus hijos, sus ilustraciones, su manera de entender el arte y también su dolor. Y creo que muchas personas se sienten así. Como si al estar al otro lado, sintieran conocerla y formar parte de su vida, y en este caso, de su marca.
Estas mujeres no tienen nada en común. Ni siquiera todas me caen bien. Solo tienen en común que Internet me ha permitido ver algunos fogonazos de su vida, de su trabajo y de su manera de ver el mundo. De alguna manera me parece que hay un acto de generosidad y vulnerabilidad en todo eso.
Leo hilos de Reddit sobre Dooce, Taza o Jen. Hay mensajes de todo tipo: especulaciones, críticas por su exposición, por querer vivir de la influencia… Pero también hay un montón de mensajes de amor, gente que las echa de menos.
¿Les habrá merecido la pena? Y aquellas que han desparecido, ¿se han liberado? ¿echan algo de menos? ¿qué se siente al darle a borrar a todas tus redes? Yo, que no soy nadie, me siento tentada muchas veces. Delete. Y volver a la otra vida cien por cien. Internet tenía algo de canto a la libertad en aquellos años que ya no siento casi nunca. Puede que fuera ingenuidad.
Me parece que debería llegar a una conclusión sobre este tema, pero no la tengo. Igual porque mi ‘confort creator’ es National Geographic y cualquier documental sobre elefantes que me hace echarme la siesta en paz.
Aún y todo, les agradezco lo que me han dejado ver y conocer a través de ellas. Por ejemplo, que no necesitas a nadie para escribir y conectar.
Amaya Ascunce