No he sido yo nunca de historias de amor. Me refiero a mis obsesiones. Ni de ver pelis, ni de leer libros. Que no es que yo tenga nada en contra del amor, pero tampoco está entre mis temas estrella que serían: madres, hijas, pobreza y apocalipsis. Menudo cuadro, la verdad.
Pero yo, si Vivian Gornick publica algo, me lanzo de cabeza. Su último libro se titula ‘El fin de la novela de amor’ y, líbreme dios de criticar yo a Vivian (corazón, corazón), pero el libro no me ha gustado (carita muy muy triste). Es un viaje a través de grandes clásicos de la literatura sobre el tratamiento del amor romántico hasta el momento actual, donde dice que ya no funciona como tema que lo justifique o movilice todo.
A ver, que Vivian es Vivian y, a pesar de que me ha resultado demasiada teoría de la literatura, dice cosas así:
La cosa se reduce a lo siguiente: quien no entiende sus sentimientos se pasa la vida vapuleado por ellos, a su merced; quien los entiende pero no es capaz de procesarlos está abocado a años de dolor; quien niega y desprecia el poder que tienen está perdido.
Me ha gustado el último capítulo que, en realidad, contiene toda la premisa del libro:
En la época la que yo me crie, el mundo entero creía en el amor. Mi madre, comunista y romántica, me decía: “Eres una chica lista, haz algo de provecho, pero recuerda siempre que el amor es lo más importante en la vida de una mujer”. La madre de Grace Levine, que vivía en la acera de enfrente, una mujer que encendía velas de Sabbat los viernes por la tarde y tenía miedo de todo lo que se movía, le susurraba a su hija: “No hagas lo que hice yo: cásate con un hombre al que quieras”. La madre de Elaine Goldberg, vecina de la perpendicular, se enfundaba el abrigo de astracán y se encogía de hombros: “Es igual de fácil enamorarse de un rico que de un pobre”, y lo decía en serio. “Amor” era la palabra clave. […] Yo creo que nunca puse el pie en una casa donde sintiera que los padres se querían o se habían querido en algún momento.
Vale, si eres fan de Vivian, este último capítulo levanta algo el libro. El resto, igual es que no soy ni tan lectora ni lo suficiente lista como para disfrutarlo.
También he leído a otra neoyorquina: Nora Ephron. Ahora solo quiero leer a Nora. Casualidad también habla del amor, bueno, del divorcio que es algo parecido, en ‘Se acabó el pastel’. Esta novela basada en su vida tiene peli porque ella es la guionista de ‘Cuando Harry encontró a Sally’ entre otras pelis como ‘Algo para recordar’ o ‘Tienes un email’.
Quería un hombre que no fuera calvo, ni gordo ni con mucho vello en el cuerpo. Quería un hombre con piernas largas, caderas estrechas y arrugas en torno a los ojos producidas por el hábito de reír. Después maduré y me conformé con un maniático de grado inferior que tenía hámsters. Al principio pensé que era excéntrico y encantador. Pero luego, no. Luego quería matarlo.
Me he reído y, a pesar de mis obsesiones, la risa leyendo me parece un milagro. Mucho más que la pena. La busco pero es que me resulta muy complicado encontrarla. Gracias Nora.
He leído también suyo ‘No me acuerdo de nada’, que creo que me da para varias newsletters. Lo tengo entero subrayado. Y además tiene una preciosa portada de @lapatbol.
Aunque hay gente que encuentra elementos positivos en los fracasos. Se escriben libros sobre el éxito alcanzado a través del fracaso y sobre el poder del fracaso. El fracaso, dicen, es una experiencia que te hace crecer; del fracaso se aprende. Ojalá fuera cierto. Yo creo que la enseñanza principal de un fracaso es que es muy posible que vuelvas a tener otro fracaso.
Me reído mucho con Nora. Es divertida, ácida, irónica y tierna. Y sabe reírse de si misma. Estaba embarazada de 7 meses cuando descubrió que su marido le era infiel lo que, como ella misma dice, incluso le impedía tener sexo de venganza.
Durante mucho tiempo, el hecho de haberme divorciado era lo más importante sobre mí.
Y ya no lo es.
Ahora lo más importante sobre mí es que soy vieja.
Otro amor nuevo que tengo, además de Nora, es un perfume: Musc Ravageur de Frederic Malle. Obsesionada es poco. Algo me está pasando porque me está cambiando el gusto y veo un patrón. Yo, que me vuelvo loca por una flor blanca limpita y luminosa, aquí ando en el lado oscuro. Este perfume (caro carísimo ya os advierto, yo tengo la mini versión de viaje de Navidad) significa algo tipo ‘musc devastador seductor’ (interpretación libre porque yo solo he dado un año de francés en mi vida y fue a los 16, así que imaginad mi concentración). Huele a almizcle pero sucio. A vainilla nada amable, como áspera, terrosa. Luego algo a lavanda pero a lavanda pocha, pasada, como de un ramillete que se queda húmedo al final de un cajón. A clavo y canela en cantidad. En realidad, me huele a sexo y sudor. Aunque hay un tipo que dice en un foro que le huele a postres, a arroz con leche o natillas. Mira, no sé qué comen en su casa.
Vuelvo a Nora. Tiene un capítulo que se llama ‘Cena de Navidad’ donde ella es la encargada de los postres en su grupo de amigos. Y dice: “Maggie lleva los entrantes. Como toda la gente a quien se le asigna llevar los entrantes, a Maggie no le gusta demasiado cocinar, pero resulta que es una magnífica compradora de entrantes”.
Ay, soy Maggie y me hubiera encantado ser amiga de Nora.
A quien no le hubiera gustado ser amig@ de Nora...
Hola, justo me he leído los mismos libros de Nora en noviembre y me he quedado enganchadísima a esta mujer. Se acabó el pastel me fe imposible encontrarlo en castellano así que me lo compré en inglés que se llama as Heartburn, nada qué ver! Y me quedé también con esta reflexión sobre el divorcio:
“Dicen que con el tiempo el dolor se olvida. El cliché del parto: el dolor se olvida. No comparto esa opinión. Me acuerdo del dolor. Lo que se olvida en realidad es el amor”.