No sé si es por ser un poco paleta o por ser de interior pero yo nunca doy por sentado el mar. A mí siempre me maravilla. Desde una ventana en el AVE. A distancia en el hotel. Por una carretera escarpada que, en un giro, nos devuelve ese fogonazo azul. Me da lo mismo que sea gris o turquesa. Calmado o agitado. Todo me sirve para hacerme sentir esa sorpresa. “Mira, el mar”, digo a quien sea que me mira. Algunos siguen hablando como si no fuera un milagro.
Me pasa también con las tormentas y la nieve. Y creo que mi amor por las piscinas tiene algo que ver con ese asombro al ver el mar. Porque de alguna manera las piscinas son una promesa de algo más grande.
Estoy hoy a punto de bañarme. Cinco minutos después de tomar esta foto me he metido al agua. Fresca lo justo. Limpia y sanadora como siempre.
Colecciono fotos y postales del mar desde niña. Mi cuarto de adolescente estaba lleno de olas, colas de ballena, o playas urbanas. Todo me vale. Todo me hace feliz. Hago vídeos absurdos de mis pies en todas las orillas que visito. Y acumulo fotos sin ninguna gracia de aguas de todos los colores. Y siempre recuerdo la última vez que lo he visto y cuando va a ser la siguiente. El último baño que me di. Y las posibilidades de darme uno en breve. (Dentro de otros cinco minutos).
Cuando íbamos de vacaciones a la playa. Mi padre siempre hacía la misma promesa: una chocolatina para el primero que vea el mar. Teníamos 712 kilómetros hasta Benidorm desde casa y viajábamos atentas pasado el milagro de Teruel no vaya a ser que nos lo perdiéramos. Nunca saldó su cuenta de aquellas chocolatinas. Pero yo sigo conservando la sorpresa y la admiración al verlo.
¿Si cumpliera mi sueño de vivir frente al mar se perdería la sorpresa? Creo que no. Yo no creo que necesites lo malo para valorar lo bueno, ni el estrés para valorar las vacaciones, ni la enfermedad para valorar la salud.
“Mira, el mar”, digo. Y reconozco enseguida a todos los que como yo no lo dan por sentado.
P.D. 1 Tengo que insistir en vender más libros de La idea de ti. A ver si consigo alcanzar ese sueño y os cuento si tenía razón.
Que bonito Amaya, suscribo casi todo lo que dices. A mi me emociona el mar aunque lo vea de repente desde el ave en una zaragoza Barcelona. No me canso nunca de verlo, cuando me voy estoy ya pensando cuando voy a volver..mi lugar favorito en el mundo son las dunas de corralejo y cada vez que vuelvo me quedo extasiada como la primera vez. Feliz domingo Amaya
Tampoco lo doy por sentado, es más, lo necesito.
Vivo “cerca” del mar, no en frente, pero lo suficiente para verlo cada día en mi camino a alguna parte. No podría vivir lejos y tampoco lo valoraría más si lo hiciera. Esta en mi top de cosas que me hacen feliz.