El jueves firmé en la feria. Era 9 de junio, el día que salía el libro a la venta. Resulta que es Santa Amaya. Algo raro porque no hay santa con mi nombre pero lo pone en el calendario. Me pareció una señal. Un lanzamiento bendecido por una santa que no existe.
Me daba el sol directamente. Hacía tanto calor que me cada vez que me levantaba a firmar o saludar, me llevaba pegado en el culo el cojín. No es algo que ayude con la seguridad eso. Tener el culo sudado y un cojín pegado. A mi boda invité a 7 personas. Por allí se iban a pasar muchas más de esas. Amigos, familia, compañeros… Sufrí un poco. Se me olvidaba el nombre de las personas. Sonreí mucho. Probablemente, demasiado. Y tuve la suerte de desbloquear un reto personal. No fue firmar en la feria, creo que es la quinta vez que lo hago. Mi reto personal fue convencer a mi director de cine favorito de que no comprara mi libro. Oye, pues reto desbloqueado.
La cosa con el director de cine no empezó bien. Primero discutió con una tía de mi marido sobre quién había llegado primero a la caseta de Ciento Volando.
—Señora, se está colando—le dijo muy serio. Yo buceaba en mi memoria de qué conocía a ese señor que se atrevía a jugársela con una tía que, además, es maestra y madre, que es como el tope de gama de no llevar la razón nunca jamás si discutes.
—De eso nada— contestó “la tía Mari”.—Si yo ya lo tengo hasta pagado—dijo mientras levantaba su ejemplar como si fuera una bandera o un arma. Vete tú a saber. Él se amilanó. Lo entiendo. Yo un poco también. Así que ganó “La tía Mari”, por supuesto. Le dediqué el suyo y él esperó con paciencia hasta que le tocó el turno, un poco con la cara que pone un crío cuando acaba de llevarse una colleja.
—¿Nos conocemos?—le pregunté ingenua cuando al fin pudo acercarse.
—Bueno, no lo sé—me contestó. Me estaba volviendo loca pensando que era un amigo de mis padres o alguien del curro que no sabía ubicar y yo iba a quedar fatal. Como yo seguía callada él continuó:
—Dirijo películas—seguí en silencio porque soy imbécil y lo que pensé es: ¿A qué director de cine conozco? No pensé que, en realidad, me sonaba su cara por la tele, las entrevistas o los premios. Creo que él quiso sacarme de mi atolladero, es decir, de ese estado en el que una mujer no paraba de sonreírle mientras subía y bajaba la cabeza buscando algún recurso para salir de esa situación de bloqueo mental.
—Me apellido Spielberg— dijo en voz baja.
—Coño, claro. Steven. —Tal cual. Sí. Eso dije.—¡Ostras Steven Spielberg! Claro que te conozco. Tú a mí no. No me conoces. Pero yo te conozco mucho. De toda la vida te conozco. He visto todas tus pelis. Me encanta lo que haces. Todo. Algunas de ellas me han marcado muchísimo. He llegado a tener fotos de algunas de tus localizaciones en mi cuarto adolescente. He visitado algunos de esos sitios como parte de un viaje de paso de etapa vital. Y E.T. me marcó muchísimo. Me sentí muy identificada con el marciano lejos de su hogar porque hasta ese momento nadie había hablado de los marcianos como tú. De verdad que gracias por toda tu obra. Es más, en este libro hablo a ratos de sentirse solo y marciano. De la mala educación de los marcianos, de ser marciano en un mundo de terrícolas…
—Muchas gracias— me contestó y mirando mi libro me dijo—Me ha gustado mucho el título. ¿Crees que le puede gustar a mi hija? Yo solo he venido a la feria a comprar un libro para mi hija.—No a que una mujer mayor me diga que me he colado y una escritora me tenga aquí veinte minutos hablando de marcianos.
—Pues no lo sé, ¿cómo es tu hija?—le pregunté.
—Acaba de pasar una enfermedad y está algo deprimida. Tiene 18 años.
Dudé un poco, ¡coño!, era Spielberg, allí delante, como no lo iba a pensar. Pero, claro, una chica de 18 años deprimida no se lo merecía.
—Pues la verdad es que no. Yo no se lo compraba. No sé si lo iba a entender a esa edad.
Antes de este jueves había muy pocas posibilidades de que Spielberg leyera mi libro y convierta un ensayo algo íntimo en una superproducción de éxito. Vale, una contra mil millones. Pero, gracias a mí, después de este jueves, no existe ninguna. Reto desbloqueado.
—Pues, vaya, no sé que hacer ahora. No te quiero dejar aquí…
—No pasa nada, hombre, no hace falta que lo compres. En serio. Busca otro. Seguro que hay otro libro que le encaje mejor a ella.
Me cago en mi vida, Amaya.
P.D. 1 Por supuesto no era Steven Spielberg. Era un director español pero lo mantendremos en el anonimato por respeto.
P.D. 2 Ya que Spielberg no me va a comprar los derechos me vendría bastante bien que vosotros me comprarais el libro. Porque yo necesito ya irme a vivir a una casa en la playa, que la última vez me salió regulín y me gasté casi toda la pasta de los libros en tratamientos de fertilidad. Aquí en tapa dura y aquí en Kindle.
¡Enhorabuena! Y seguro que ese director es de los que apreciamos la sinceridad. Leeré tu libro.
Ayer oí tu podcast con Mitre después de verte en la presentación de Marián,quería haberte saludado pero ya no te vi cuando termino, mas que nada por comprobar lo que intuyo.
Seguro que habrá otra ocasión.
Tu libro vendrá a casa y lo disfrutaré seguro como todo lo demás tuyo.
Leerte es un disfrute y un mirarme hacia dentro.