He leído un libro que podía haber escrito yo. Es más, de alguna manera lo he escrito.
En ese instante decido solemnemente no volver a compartir jamás anécdotas sobre mis fluidos corporales con mis amigas fértiles. Enseguida llego a la conclusión de que la infertilidad es una forma particular de soledad.
Podría pegar párrafos muy similares del mío: La idea de ti.
Ella:
No puedo creerme que solo haya tres días de alta fertilidad al mes. ¿Tres? Recuerdo el pánico que nos infundían cuando éramos unas colegialas de trece años en la clase de educación sexual obligatoria de cada curso. Nos aterraba la idea de quedarnos embarazadas, nos hacían creer que si un pene se acercaba mínimamente a nuestra vagina nos dejaría preñadas.
La idea de ti: A los treinta y cinco años. Después de un año intentando quedarme embarazada empecé a leer sobre el ciclo menstrual. Treinta y cinco años tenía cuando descubrí que solo te puedes quedar embarazada unos días del ciclo, pocos. Que se necesita un buen óvulo, un buen espermatozoide y algo de suerte. Y a veces ni con esas.
La autora se llama Emilie Pine y el libro Todo lo que no puedo decir.
Me alegro de haberlo leído ahora porque creo que no hubiera escrito el mío. Toda la parte sobre la infertilidad y el embarazo es tan parecida que me hubiera bloqueado. A ratos leyendo me entraba la duda ¿lo habré leído antes y sus ideas estaban en mi cabeza?
Pine: “Cuando no pude volver a quedarme embarazada después del aborto espontáneo, me dije que había fracasado en mi intento de tener hijos. Me lo repetí una y otra vez, como si la concepción fuera un examen para el que podría haber estudiado más”.
La idea de ti: Yo sentada en aquellas camillas suspendiendo un examen para el que nadie me había explicado qué estudiar, cómo aprobar, dónde estaba la nota de corte.
Y no solo la infertilidad, las ideas sobre el fracaso o la valentía también se parecen.
Pine: el verdadero fracaso es no intentarlo. Yo lo intento. Y tengo miedo. Tengo miedo de escribir sobre hacerme a un lado y sobre sentimientos y exceso de trabajo y depresión y crisis, porque todavía estoy convencida de que admitir la vulnerabilidad equivale a parecer débil, no fuerte.
La idea de ti: El éxito no ha sido tener una hija. El éxito sería haber aprendido. Bajar la muralla, asumir el descontrol, mostrarme vulnerable. Ojalá yo sea ese tipo de persona.
He subrayado muchas partes por puro asombro de verme tan reflejada. También los capítulos que habla del cuerpo, de la no aceptación. En su caso dice: “Descubrí que tenía talento para el hambre”.
Pine: Me comparo con las mujeres que me rodean y siento que no doy la talla. Y ahí es cuando sé que soy una chica, una chica como es debido. Porque, por supuesto, esta paranoia de que no soy lo bastante femenina, lo bastante deseable, lo bastante buena, es la representación máxima de la feminidad. Esta paranoia es un elemento crucial del control de las mujeres. Y de cómo nos controlamos nosotras mismas.
Yo, que me creo tan especial. Imagino que como todos vosotros. Y mi proceso tan único. Tan drama. Resulta que no. Que otra tipa dos años mayor, que habla otro idioma, que vive en otro país, ha escrito el mismo libro que yo. Bueno, no es el mismo. En su caso no tuvo hijos y su adolescencia fue mucho más convulsa lo que produce un relato diferente en otros capítulos. Y cada una elige sus palabras para expresarse, pero hay una columna vertebral, algo que nos une en la forma de vivir y pensar.
Yo solo metía tripa y detestaba mi cuerpo y dejaba de comer croasanes y luego me los comía de dos en dos. Digo en pasado “detestaba” como si con 44 años no siguiera en esa batalla. Cada día. Cada dieta, o no dieta, cada mes de aceptación o al siguiente de reconstrucción. En frente de cada tarta que llega a la redacción. No es que viva en la contención, pero tampoco en la naturalidad de comer un trozo sin pensarlo. Tampoco ante un trozo de manzana. Y mucho menos delante de un espejo.
La idea de ti: “Yo también me engaño. A veces me digo que es porque quiero estar a gusto conmigo misma. Y es verdad. Pero es que lo que necesito es estar a gusto con esa imagen de mí que me han dicho que es admirable, querible, gustable. Y esa mujer tiene la tripa plana. Yo no. No me encuentro mejor por pesar dos kilos menos. Ni más ágil ni más sana. Me encuentro más delgada. Y he aprendido que eso es bueno, que estoy mejor. ¿Mejor para qué? Para gustar”.
Imagino que lo de ser de una generación tiene que ver con esto, tener esa columna vertebral compartida. Estar construidas sobre algo similar. Lo raro es que mucho de esto lo compartimos todas, que no hay tanta diferencia en ser millennial, o zeta, X o boomer delante de un trozo de tarta. Y esto es jodido. Y también lo es que seguimos con una educación sexual y de fertilidad de mierda en 2023. Sigo leyendo a mujeres muy sorprendidas cuando a los 35 años descubren que tienen problemas de fertilidad. El otro día vi este post de Camille Charriere. Es 8 años más joven que yo.
Ella millennial y yo X. “And to my ladies out there: might be worth looking into getting your eggs frozen”. Dice al final del post de IG.
Yo le dije ayer, de manera muy abrupta, a una zeta que trabaja conmigo: “Nena, congela tus óvulos”. Sé que es un consejo no pedido. Pero si tenéis la mínima duda de que queréis ser madres y vais a cumplir 30 años, y podéis pagarlo (este es otro tema), no lo dudéis. No os asegura ser madres. Eso también hay que decirlo. Pero os puede ayudar. Y el precipicio no será igual.
Y tomaros la tarta también. A ver si entre todas conseguimos que llegue una generación capaz de tener una relación natural con su cuerpo.
Ojalá sea antes de que M. sea haga mayor. Y ojalá yo llegue también a ese momento, a ese espejo en paz. Tenga la edad que tenga.
Amaya Ascunce
P.D. 1 No sé qué hago recomendando este libro, porque me quito cuota de venta del mío. Y el mundo editorial es terrible. Tienes como dos meses para que tu libro funcione, y luego cae en el pozo de los libros viejos, fuera de la mesa de novedades. Pero estos meses, muchas mujeres me han dicho que no sabían si estaban preparadas para leerlo porque igual les removía. Así que si tienes miedo de leer mi libro porque no has tenido hijos al final o estás en ello y crees que mis palabras te pueden provocar dolor, creo el de Pine y su final pueden ayudarte.
P. D. 2 A los que no, anda, comprad el mío, o regalarlo, o utilizarlo para calzar una mesa, lo mismo me da. Que mi hucha para la casa en la playa sigue famélica: La idea de ti.
Hola Amaya,
Me siento muy identificada con el párrafo de haber suspendido el examen de la fertilidad. Como si fuera una asignatura y no estudié suficientemente .
En mi caso non conseguí quedarme embarazada. Igual que todas muchos tratamientos, mucha pasta invertida pero no hubo suerte. Lo intentaba como madre soltera.
Y también a mis compañeras de trabajo mas jóvenes les voy diciendo: congelad óvulos 😉.
Soy una de las que todavía no ha comprado tu libro porque creo que todavía duele. A pesar de haber ido al psicólogo un año. Pero me lo compraré esta semana y lo dejaré para leer cuando sea el momento. Todo sea por tu 🏠 en la playa!
Feliz domingo!
Maite
Da igual haber tenido hijos o no , las mujeres seguimos suspendiéndonos en cualquier cosa , por eso tus palabras son un bálsamo de sinceridad y aceptación . Gracias por alegrarme la vista ( y el olfato ;) ) cada dos domingos 🤗