Mi hija ha escuchado en bucle estas vacaciones el himno de la alegría. Es una versión peculiar. La melodía la cantan los llantos de los bebés llorones. En un capítulo reproducido un millón de veces en nuestro ipad, cada vez que les quitan el chupete los bebés emiten una nota que de una manera bastante molesta (siendo muy benévola) acaba sonando a algo parecido al himno de la alegría.
He estado de vacaciones en el sitio equivocado. Es un sitio donde la gente dice cosas como: "es el partner perfecto" en el restaurante después de una partida de paddle al sol. Y en las sombras de las palmeras una filipina les espera con el perro. A veces con un niño. Las aceras son súper estrechas porque nadie anda. Todo el mundo se mueve en coche. A pesar de que el sitio es ideal para ir en bici porque es llano y es verano y hay palmeras pero no nos atrevemos porque los coches que están por todas partes son enormes. Dudamos de que nos vean desde esos tanques. Todo el mundo tiene al menos un suv blanco y hay tejados para dar sombra a los coches pero no a los únicos columpios en kilómetros a la redonda. Nosotros andamos pero no podemos ir los tres juntos. Siempre uno tiene que ir detrás porque no cabemos en la acera. No nos gustan ni el golf ni el paddle. Y tampoco somos fans de la cantidad ingente de vinagre de módena que lleva todo. Este sitio tiene algo de veranear en un centro comercial porque todo parece recién fregado y en las cartas nunca hay chopitos. Todo muy limpio y ordenado. Menos el mar, claro. Que es fantástico. Y la heladería. La heladería es más fantástica que cualquier cosa en el mundo según a quién se pregunte de mi familia.
La gente habla muy muy bajito. Dicen que nos vamos de vacaciones a la vida que soñamos. No termino de entender con qué sueñan todas estas personas. En general, solo los niños parecen realmente contentos. Y no todos. Pero igual éramos nosotros y nuestra pena.
Se ha muerto Carlitos, también conocido como gato gordo. Tenía 16 años y estaba enfermo pero ha sido jodido. Era nuestro primer gato y también el de M. que ahora pregunta si cuando nos convirtamos en flores o en unicornios respiraremos normal. Nos ha salido regular la explicación de qué pasa cuando te mueres pero estuvimos al borde de crearle una crisis existencial con 4 años. Reculamos y ahora parece ser que esta familia cree en la reencarnación y los unicornios. Adelante con ello.
He leído un libro muy triste que es un canto a la alegría: Los optimistas de Rebecca Makkai. Cuenta la historia de un grupo de jóvenes, gays en su mayoría, que se enfrentaron a la pandemia del SIDA en Chicago en los 80.
No entiendo cómo es tan luminoso y a la vez da tantas ganas de llorar. No lo he soltado. Es ficción pero inspirado en las historias que le contaron a su autora.
Una noche fuimos a cenar a un camping cercano. No voy a dármelas de campista libre y despreocupada. He montado y desmontado una tienda los suficientes veranos para saber que también es un sitio equivocado de vacaciones para mí.
En el bar, había un tipo cantando en directo y gente bailando. Estaba a un volumen altísimo incluso para la fan del himno de la alegría de los bebés llorones que se tapaba los oídos mientras intentaba acariciar a todos los gatos callejeros que buscaban pescado en las mesas: "¿Qué pasará? ¿Qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche".
Coreaban todos. Bailaban. Libres. Había una familia de americanos que empezaron tímidos y acabaron bailando "No estaba muerto estaba de parranda". Había niños, gatos, perros, ancianos y una pareja que bailaba agarrado como en un concurso en el que solo participaban ellos. Una mujer miraba desde un poste, en la playa. La vi llorar sonriendo. Y yo lloré también. Me emocionó toda esa alegría en bruto. A la mañana siguiente le puse a M. el verdadero himno de la alegría que para mí es el de Miguel Ríos. No lo valoró. Sigue prefiriendo a los bebes llorones. M., que siempre dice que ser pequeña es un rollo porque todo el mundo le manda mucho, ahora ha cambiado de opinión: "Ser mayor es un rollo porque te mueres, mamá".
Esa noche nos rendimos y volvimos en coche los tres pero estábamos contentos. O casi.
Amaya Ascunce
P.D. Por si alguien quiere conocer más a Carlitos tengo la suerte de haber publicado este libro ilustrado hace unos años: Rita Bonita, Gato Gordo y el fin del mundo, dibujado por María Hesse y con mi texto.
Siento mucho tu pérdida. Abrazo grande y gordo, como Carlitos 🐱🤍✨
Maja, Amaia, un poco de off topic: que he conocido a Beatriz Erro, la ilustradora de Elle. Esto de los nosecuántos grados de separación, en los pueblos, es que se reduce a 1º.