Tengo una teoría sobre perfumes. Me siento una impostora teniendo teorías porque no soy una experta, solo alguien que ha olido muchos perfumes. ¿Cuándo uno comienza a ser una autoridad en una materia y puede tener una teoría? ¿Es cuestión de edad? ¿De formación?
Sigamos con mi teoría: a la gente muy joven le gustan los perfumes que huelen a pasteles, dulces, vainillas... Y eso tiene algo que ver con el despertar sexual, con producir atracción, y con querer comer, y ser comido. Luego, el gusto evoluciona a cosas menos obvias, con más intención.
Mi generación tuvo un súper hype con la vainilla y con el almizcle blanco. La Generación X, que existe a pesar de que no salgamos en ningún listado ni le importe a la gente si podemos comprar o no casa, arrasó con los aceites esenciales de vainilla y el White Musk de The Body Shop. La siguiente, la generación Millennial, arrasó con el caramelo, Angel por ejemplo huele a algodón de azúcar, también frutas dulzonas y almibaradas. Yo no soy millennial por unos meses, así que igual por eso vivo a caballo de esas influencias y ahora voy a tope con Angel.
En 2024, en Tiktok, arrasa Bianco Latte de Giardini di Toscana entre los Zeta. La he olido (puedes pedirla por 20 euros en su web y te mandan cinco muestras a elegir entre todos sus perfumes). Huele a pastel: leche, caramelo y vainilla. ¿Me gusta? Sí y no. Me gusta, pero me resulta algo obvia. Me gusta la leche o el caramelo pero no quiero oler como un toffe. Necesito más. Lo mismo con la vainilla, la rosa, o incluso el nardo. Aunque, venga, el nardo siempre tiene un punto oscuro, putrefacto o animal que me funciona. Es como el jazmín, los melocotones o el albaricoque, tienen algo que huele a piel, lactones se llama, que me provoca que esos olores me resulten más humanos. Vienen solos contando otra historia al final, como si escondieran otra intención.
Últimamente he olido algunas cosas que me han sorprendido de esa manera. La nueva Angel Fantasm es terriblemente invasiva. Qué placer. Lo siento por la gente con la que comparto ascensores. Dicen que es de mala educación y probablemente lo sea. Nada demure. Huele a piña colada al principio y pensé, mira, no, pero de repente ahí están el caramelo, la vainilla y el pachuli. No sé si me durará el flechazo porque es muy muy densa pero, de momento, allá vamos con ella.
Luego una que es bastante rara: Eau de Pale de Courreges. Me gusta el bote azulito. Me cuesta describirla. Dicen que lleva iris y a mí no me gusta nada ese ingrediente pero no lo detecto casi. Diría que me huele a vainilla y lavanda y talco. Huele a cajón de armario. ¿Por qué eso debería ser malo? Me huele a una mezcla de ropa un poco usada de la que no recuerdas el perfume que usaste ese día, a jabón, y antipolillas. Me gusta insisto. Es limpia y profunda. Parece una cosa, y no.
He probado un Replica From the garden de Margiela (buscan reproducir el aroma de una situación exacta) que huele a mata de tomates. Me gusta. Me hace dudar porque no sé si quiero ir con esa sensación de huerto por la vida. Pero me gusta. Tiene también pachuli y geranios que, como decía aquel, es lo que le da la profundidad a la película, porque hay tierra y lluvia y humedad y quizás una mandarina que empieza a pudrirse.
Este verano tuvimos tomates en nuestra terraza. Seis concretamente. Deben ser los tomates más caros de producir del mundo, la de esfuerzo y agua que han necesitado en el agosto madrileño para existir… Por no hablar de lo que ocupaban las matas cuando el metro cuadrado en Madrid es cosa seria (aquí un desván y un trastero a la venta por 280 k y 165 k). Cada vez que salía a la terraza frotaba la mata y me quedaba un rato con ese aroma en el puño de la mano, como si pudiera guardarlo para usarlo en mitad de febrero.
Creo que sí voy a comprarme ese perfume.
Amaya Ascunce
P.D. 1 He leído “Desmorir”, de Anne Boyer. Y lo pongo solo en la posdata porque es terriblemente incómodo de leer. Es un ensayo bestia y sincero sobre su cáncer de mama triple negativo.
Nos da miedo hasta mencionar la palabra cáncer, pero leerlo es más útil que un lazo rosa.
Me topo con un titular: «La actitud lo es todo para una superviviente de cáncer de mama». Busco el titular «La actitud lo es todo para un paciente de ébola», o «La actitud lo es todo para un tipo con diabetes», o «La actitud lo es todo para los que sufren sífilis congénita», o «La actitud lo es todo en el saturnismo», o «La actitud lo es todo cuando un perro te muerde la mano», o «La actitud lo es todo para un herido por arma de fuego», o «La actitud lo es todo para un preadolescente con resaca», o «La actitud lo es todo para un coyote atropellado por un Ford F150», o «La actitud lo es todo para el ciclo hidrológico», o «La actitud lo es todo para un superviviente de venas varicosas», o «La actitud lo es todo para los arrecifes de coral en peligro de extinción».
No me atrevo a añadir ni una palabra a las suyas. No puedo aportar nada mejor que lo que ella misma cuenta desde lo más profundo de la enfermedad. Así que aquí va un listado de párrafos que merecen toda mi admiración y me han hecho pensar y repensar sobre cómo tratamos a los enfermos de cáncer.
«Que te digan que estás enferma de manera irrefutable cuando te encuentras bien de manera irrefutable es darse de bruces contra la dureza del lenguaje sin que se te conceda siquiera una hora de mullida incertidumbre en la que afianzarte con preocupación preventiva, o lo que es lo mismo: ahora no tienes una solución para un problema, ahora tienes un nombre específico para una vida que se parte en dos».
«Cuando se te caigan las pestañas, envíaselas como deseos a la inversa a cada persona que, con tu enfermedad, ha desaparecido de tu vida. Se te caerá el pelo sobre cada superficie a la que te acerques: caerá sobre nuevos alfabetos y nuevas palabras. Lee estas palabras para descubrir la etiología de tu enfermedad: si tienes suerte leerás otra palabra que significa «la enfermedad te ha convertido en armamento». En las calvas leerás cómo convertir tus células moribundas en armas contra todo lo que odias y contra todo lo que te odia».
«Me resisto a bañarme y a asearme, dejo de moverme con libertad. No pienso en otras partes de mi cuerpo, en lo que aún pueden hacer, porque la única parte que duele hace que las demás se desvanezcan de mi conciencia. Alguien me envía un enlace a un remedio para el cáncer a base de bicarbonato sódico. Un antiguo alumno me manda un correo electrónico para preguntarme si he oído hablar del juicing».
«Soy una persona normal y corriente, lo cual significa que debo trabajar para ganarme la vida, así que en el transcurso de mi enfermedad yo también sigo escribiendo, enseñando y declamando».
«El cirujano de la unidad de mama dijo que el mayor factor de riesgo en el cáncer de mama es tener mamas».
«Busco desesperada el estudio que diga que viviré».
P. D. 2 Si has llegado hasta aquí, gracias.
P. D. 3 Anne Boyer vive y sigue opinando y escribiendo.
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Soy oncóloga (trato únicamente pacientes con cáncer de mama).
No leo libros de pacientes porque los he leído todos en cada una de las mujeres (y algún que otro hombre) que he conocido y tratado. Pero mi hermana tuvo cáncer de mama hace tres años y esta frase me ha hecho llorar “ Busco desesperada el estudio que diga que viviré” porque yo, con todos los datos que tengo en mi cabeza, todos los estudios randomizados y todas las curvas de supervivencia que he analizado perdí un poco los papeles (en silencio, que por aquel entonces me tocaba ser roca, no mar) y andaba buscándola a ella en cada punto, cada dato, cada estudio, cada estadística, mi grito silencioso de “donde está mi hermana aquí? Por Dios, que alguien me diga dónde está”
Ahora está bien, pero al recordarlo se me encoge el corazón. Que necios somos en pensar que no estamos de paso, que esta vida regalada podemos tratarla con desdén…
PD yo tb soy una X-er, el white musk lo hice chas, pero luego me vendí al light blue de Dolce&Gabanna en un intento por capturar eternamente el verano de mis 18-19 como tú con tus tomates.
Iba a comentar sobre los perfumes (yo sigo usando White musk/blue musk, ¿de verdad es un aroma dulzón? No me lo parece, odio la vainilla y el caramelo), pero lo de Desmorir me ha dejado pensativa/conmovida. ¿Cuantas veces he desaparecido yo de la vida de gente que lo estaba pasando mal? ¿Por qué lo hago/hacemos? No quiero seguir haciéndolo.
Esta newsletter, quizás deprimente a veces, es de las cosas más valiosas que leo en internet.
Un abrazo!