Hablo con mi amiga C. sobre un el ensayo de Rachel Cusk “Un trabajo para toda la vida”. Me ha gustado a pesar de que mi experiencia sobre el postparto está casi en las antípodas. C. me dice que yo soy la rareza, que la mayor parte de las mujeres se sienten así. O muchas. O suficientes. Que les habla a ellas. P. también me ha dicho que sí, que habla algo de ella y de su postparto.
Me sorprende leer esto:
“En el hospital sentí una especie de adaptación inmediata y animal a su presencia; en casa vivo el impacto de la transición, como si hubiera salido a comprar algo carísimo, algo que en la tienda me despertó un deseo irresistible, muy íntimo, y ahora lo contemplara en mi cuarto de estar con el ánimo marchito”.
Yo me despertaba y me entraba una alegría como la mañana de Reyes de saber que M. dormía en su cuna al lado mía. No viví casi nada de ese postparto oscuro del que tantas mujeres hablan. Igual fue para compensar los 6 años anteriores. (Por si hubiera alguien despistado lo he contado todo aquí: La idea de ti).
Aunque comparto algunas cosas con Cusk. Algunos placeres cambian completamente cuando tienes hijos.
“Una escapada al cine ya no es lo que era: es menos, una cosa manchada, un placer degradado”.
Lo entiendo porque el cine se resta de otro sitio, se organiza en función de ese niño y termina también en función de él. Ni es espontáneo, ni se puede extender el vino de después. O sí, pero siempre está condicionado. No es un acto libre.
También comparto con ella el tema de la empatía. Me ahogo viendo las noticias del terremoto de Turquía. No es que antes fuera insensible, pero ahora me puedo poner a llorar sin darme ni cuenta.
“Con el paso del tiempo me atormenta cada vez más la idea de los niños que no reciben amor. Se me encoge el corazón cuando oigo historias de maltrato y abandono. […] Mi compasión, mi piedad humana generalizada, se ha concentrado en una única herida, en una llaga oscura de conocimiento y en la capacidad de hacer daño”.
Cusk también tiene un libro muy interesante sobre el divorcio que se llama Despojos. Por si el tema de la maternidad no es lo vuestro.
“De determinados acontecimientos de la vida no es posible tener un conocimiento previo: de la guerra por ejemplo. El soldado que va a la guerra por primera vez no sabe cómo va a responder al enfrentarse con un enemigo armado. No conoce esa parte de sí mismo ¿Es un asesino o un cobarde? Cuando llegue la hora responderá pero no sabe de antemano cuál será su respuesta. Mi marido dijo que quería la mitad de todo, incluidas las niñas. Dije que no”.
He leído otro libro de madres, bueno, de una en concreto, la de Gaia una chica muy pobre y muy lista. Es un libro muy adolescente por la temática pero me ha gustado también: El agua del lago nunca es dulce de Giulia Caminito. Una madre que mantiene 4 hijos y un marido paralítico y se muda a un pueblo fuera de Roma después de hacer un intercambio ilegal de casas sociales.
“Antonia encuentra diferentes soluciones a los problemas, rara vez nos da bofetadas o patadas, prefiere dejarnos sin algo.
Si gritamos en casa, no hace la cena; si no la ayudamos con los gemelos y preferimos jugar, no nos da la merienda del colegio o nos quita el estuche; ella está hecha para las huelgas y para las demostraciones de resistencia”.
Me ha recordado algo a mi padre en la técnica pedagógica (solo en eso). Mi padre nunca gritaba. Si no hacíamos caso a la primera y no nos sentábamos en la mesa a comer, quitaba la luz general de la casa. De manera que no te quedaba otra que ir. O dejaba pegada la factura del teléfono en la puerta de casa por fuera con un papel: Piénsatelo antes de entrar. No discutíamos. Yo entraba cuando a él se le había pasado el enfado por haberme gastado un dineral en llamadas con mis amigas a las que acaba de ver.
No sé por qué leo tantos libros de madres. Me imagino que Freud tendría muchas cosas que decir. No es que los busque. Estos dos me los hicieron llegar las editoriales pensando que me podrían gustar. Y acertaron.
“¿Por qué siempre se pone en contra? Se yergue igual que un dique. ¿Por qué no se acerca? Como todas las madres, o al menos la madre que a mí me gustaría, y no besa, no acaricia, no peina, no tranquiliza, no anima, sino que solo juzga y exige, solo mortifica con palabras y acusaciones, y subraya el fin de los sueños y las esperanzas.”
El de Giulia tiene además ese runrún adolescente de que la vida puede cambiar en cada momento.
“Tengo un verano por delante, y para quien tiene mi edad, el verano es como la misa, la iglesia, la orilla del río al final del baño, el soplo de aire fresco después de un viaje con las ventanillas cerradas, es el pueblo el que se viste de gala”.
No tengo mucho más que contar. Estoy dispersa. Echo algo de menos el verano ahora mismo.
En mi cabeza todo esto tiene un sentido pero imagino que es justo ese, que está solo en mi cabeza.
Amaya
P.D. 1 Estoy bastante obsesionada con esta vela. Es Aqua Universalis de Francis Kurkdjian. Huele un poco a azahar, almizcle blanco y lirio del valle. Dicho así suena soso. Pero para nada. Es muy cara. Esa es la pena porque también tienen detergente de ropa con el mismo olor pero muy caro. Uso el perfume pero se me pierde un poco a lo largo del día, me resulta mejor para una atmósfera que para un cuerpo. Me cuesta explicar a qué huele. Diría que a limpio, pero de una forma muy cálida y muy distinta al habitual olor a limpio. Un poco a jabón de ropa igual si huele. Estoy realmente dispersa.
Un placer desayunar contigo. Porque en mi cabeza es tu voz la que suena mientras "saboreo" cada línea con el café. Gracias por escribir tan bonito 😘😘
Me ha encantado la reflexión. Yo jamás hubiera imaginado la pesadumbre del posparto. No inmediato. Lo peor fue a los 3, 6 y 9 meses. Las fobias de impulsión. La angustia constante. El convertirme de repente en mi madre (siempre amargada). La empatía con ella. Y con todas las madres del mundo. El dolor por los niños vulnerables. Por los padres ausentes. La vela tiene pintaza. Yo ahora estoy obsesionada con la de Balbisiana. Brutal.