Estoy harta de Jonathan Anderson. Esto no se puede decir en una revista femenina. Suena una alarma y viene la policía de la moda. Es un sacrilegio. ¡El tipo que ha hecho arte y moda de un tomate! Y menos ahora que lo han fichado en Dior y toda la profesión ya ha reposteado su primera foto en la maison. También Jacquemus hace moda y arte del campo y de sus fotos familiares: bien de trigo, de campos y cosechas. Lo rural y lo natural convencen a millones de personas que, en realidad, lo que quieren es tomar un matcha con hielo, vestidos de amarillo mantequilla, en una terraza abarrotada, pero no saben a qué huele la mata de un tomate de verdad (solo la vela de tomate), lo que cuesta que crezca y lo poco glamuroso que es su cultivo, muy dado a la polilla y la mosca blanca. El relato, todo el mundo dice que lo que importa es el relato. Lo rural es el nuevo lujo (pero de lejos). Es más bien la idea estética de lo rural.
Me parece un lugar común. No veo la revolución y lo exquisito. Es como si la moda cogiera un concepto y lo estrujara hasta tal punto que deja de tener significado, al menos, para mí. Me seducen al principio. Luego se extiende por todas las tiendas, las marcas, y la personas y entonces deja de tener nada de su esencia, ya no hay nada auténtico detrás de eso. Quizás si en la campaña de Jacquemus hubiera alguien feo, viejo, un tomate demasiado maduro, un apio chuchurrío, podría creerme algo. Pero, no, todo es luminoso y limpio. Esta gente solo ha visto fotos del campo, pienso. Y todos dando like.
“La autenticidad simplemente no puede sobrevivir a este entorno de constante rendimiento: nos distanciamos de nuestras propias acciones cuando cada momento se filtra a través de la pregunta de cómo seremos percibidos”.
La cita es de este artículo sobre la autenticidad. Resulta que vivíamos una supuesta revolución (ejem) que pretendía acabar con lo perfecto en redes pero ahora la tiranía es la de mostrarse vulnerable, auténtico.
“La vulnerabilidad como estética, donde lo que comenzó como un rechazo de la perfección se ha convertido en su propia forma de perfeccionismo: la ejecución impecable de ser defectuoso”.
Me pasa también con los libros. Mucha gente dice amar libros que no ha leído o no entiende. Por ejemplo, no me fío de la gente que dice que ama el Ulises de Joyce. Cuando estudié Teoría de la Literatura y Literatura Comparada era el colmo del buen gusto entre los estudiantes cuando, en realidad, casi nadie lo había leído entero o lo entendía. “Es más un libro para admirar que para leer”, decían mis profesores. A mí es que los libros me gusta leerlos y entenderlos. Será una manía.
Jonathan Anderson explicaba en una entrevista que es uno de sus libros favoritos (¡sorpresa!) y que ha necesitado cinco años para leer el Ulises. Poco me parece. Si no hubiera estado en mi temario obligatorio lo hubiera lanzado por una ventana. Pero tampoco puedes decir esto en una newsletter sobre libros. Suena una alarma y viene la policía de lo literario.
“Para entender por qué la autenticidad es imposible, primero debemos comprender el efecto que las redes sociales nos han provocado. Han convertido la identidad personal en arte escénico y, al hacerlo, nos han transformado a todos en marcas”.
En realidad, yo no tengo nada contra Jonathan. Ni contra Jacquemus. Ni contra Joyce. Los tres hicieron algo revolucionario. Los que somos pesadísimos somos nosotros haciendo bandera de todo. Incluso de un tomate.
Amaya Ascunce
P.D. 1 En la foto, nuestro séptimo cherry. Siete llevamos. Plantamos la mata en marzo. Cuatro meses de cuidados diarios. Agua. Abono. Sol. Y llevamos siete cherrys. Ni siquiera nos ha salido uno de los grandes que nos podría dar para una ensalada completa. Aquí la flamante cosecha de zanahorias y una piparra. Estamos como para un fin del mundo…
P. D. 2 Lo mejor de los cherrys es sin duda el olor de la mata, de la hoja por debajo, cuando la rozas. La terraza no huele nada por si sola. Hace falta rozar la hoja y, entonces, sí, entiendes que anden buscando el santo grial de la vela perfecta de tomate. Mi favorita siempre será la de Green Tomato Leaf de Jo Malone, que fue la primera en el mercado y estuvo años desaparecida (cuesta 59 € los 200 gramos). Este ambientador también me gusta, y está bien de precio: 33.90 € 500 ml. La de Anderson en Loewe, por supuesto que huele bien. Solo faltaba a 95 € la pequeña, la de 170 gr. Y el perfume From the garden de Margiela (67 € los 30 ml). Me gusta aunque yo personalmente no quiero ir oliendo a mata de tomate. Yo lo que quiero es el milagro de la hoja cuando rozas sin querer la planta y todo huele verde e intenso, denso como una sombra mojada, y terroso, a lluvia estancada, a charco, y a algo amargo y picante.
Dicen que el Mediterráneo va a ser medio tropical y yo ya no sé si mi sueño de tener una casa en la playa tiene ningún sentido. Ya no sé dónde puedo ubicar esa casa. Porque yo he veraneado mucho en el norte, básicamente porque vivíamos a 90 kilómetros del Cantábrico, y sé que os gusta mucho todo eso tan verde. Precioso es, pero el agua esta fría de narices. Y a mí me encanta flotar horas y ahí me duele la cabeza del frío. Aún y todo insisto con la suscripción.
Quería daros las gracias a todos los que habéis contribuido a darle valor al esfuerzo que supone lanzar esta carta cada 15 días, muchas de ellas sintiéndome idiota, expuesta, vulnerable, narcisista o perdida. Aquí podéis renovarla.
Y a los casi 20.000 que me leéis de manera gratuita, necesito en serio una casa en la playa y retirarme y tirar el teléfono al mar. Es urgente. Ahora tengo que pensar qué mar…
y a las que llevamos años defendiendo la autenticidad (la de verdad) y que mostrarse vulnerable es bien… ¿qué hacemos ahora entre tanto tomate perfecto?
Te leo gustosa, como siempre, pero me gustas aún más cuando vas sin filtro.
Y muy de acuerdo en todo. Lo del lujo neorrural me irrita especialmente cuando cortas ortigas con guantes y te llevas la mata pegada al brazo. Cuando doblas el espinazo para quitar hojas secas de cuatro macetas bajo 35 grados a las 11 de la mañana. Cuando se te muere una siempreviva (menudo oxímoron). Cuando piensas en el agua que necesita una tomatera. Así que disfruta de esos frutitos bendecidos por tu cariño y tu trabajo. El amor siempre implica acción. Y eso sí que es un lujo, cherry chérie.