“Cada vez que un avión cae/ en cualquier parte del mundo/ los diarios chilenos informan/ si hay chilenos entre las víctimas./ Pero mi hijo de cuatro años/ no pregunta si murieron chilenos/ pregunta si murieron niños/ porque los niños pertenecen/ al país de los niños/ igual que los muertos pertenecen/ al país de los muertos” Poeta Chileno, de Alejandro Zambra.
Ahora solo quiero ser poeta y leer a Alejandro. Pero yo no sé de poesía. Me pasa como con el vino. Solo sé qué me gusta o qué no. Leo poca porque me resulta muy intensa. Y no puedo leerla durante mucho rato porque me abruma.
La poesía, además, tiene una relación con la emoción que me parece que la obliga a ser digna.
Yo respeto la emoción. No quiero abusar de ella, e intento tratarla de forma digna. Le pido lo mismo a los libros y a las personas. Hay gente que busca la emoción, provocarla e incluso sentirla, de una manera intensiva, buscan en los lugares comunes, en la lágrima fácil, en el dolor obvio, en la ternura más cursi, y construyen con ello mensajes o incluso personalidades enteras. Se ven a sí mismos como personas muy emocionales pero, en realidad, me parece que es como si fueran adictos al fogonazo, como si se emborracharan de la emoción. Después no hay nada. Solo ese fogonazo que imagino que les hace sentir más vivos, o más conectados. Eso lo entiendo. Buscar eso. Pero se les pasa y guardan en el cajoncito de las emociones esa lloradita del día: “¡Qué emocionante!”, dicen. Y cierran el cajón. No me pasa. Yo, si me la juego con la tristeza, puedo andar angustiada semanas.
Las redes sociales están llenas de eso. Las redes están para abandonarlas. Yo, que he amado tanto Internet y el periodismo, ya no creo en casi nada. Navego abrumada por la mentira pero, peor aún, por esa manipulación de la emoción. Todos esos vídeos y titulares, todas esas miles de opiniones. Busco desesperada mis lugares seguros, los medios, escritores y artistas que me dan calma. Pero está complicado. El día que Israel atacó Gaza, The New York Times no tenía ni una sola noticia sobre Gaza en portada. Todas las veces que entré había noticias sobre el horrible atentado de Hamás. Nada sobre Gaza.
He leído esta columna de Delia Rodríguez:
“Deberíamos renunciar al algoritmo que nos ha reblandecido las cervicales y el cerebro. Dejar de usar las redes para entretenernos con la deriva y el espectáculo de la indignación. Entrenar la navegación consciente y deliberada. Recordar los lugares que nos sirvieron en un pasado y agradecérselo regresando”.
Lo intento. Vuelvo a los libros como al de Zambra y aparco ese feed que nunca me acabo de TikTok.
La novela cuenta la historia de un par de poetas pero, sobre todo habla del amor entre un padrastro y un hijastro. Es maravillosa porque es como una canción que se te queda pegada, pero una buena. La voz del protagonista se te mete dentro y ahí hemos andado los dos juntos muchos días.
“Dicen que eso es la felicidad: nunca sentir que sería mejor estar en otra parte, nunca sentir que sería mejor ser alguien más. Otra persona. Alguien más joven, más viejo. Alguien mejor”.
Debe ser justo lo contrario al algoritmo.
Amaya Ascunce
P. D. Lunes:
-¿Qué es una newsletter, mamá?
-Pues una carta que le mando a la gente por ordenador cada dos domingos donde les cuento cosas sobre mí, sobre libros, a veces también sobre ti. Me leen casi 14.000 personas. Se llama Leer por leer.
-¿Y qué les cuentas de mí?
-Pues que te gustan los helados, por ejemplo.
-¡Ay, mamá! Eso no es nada interesante.
M. 4 años.
“El padre señala con sutileza y autoridad la forma correcta de patear la pelota, porque el padre sabe de esas cosas. El padre se deja ganar, porque para ser un buen padre hay que dejarse ganar. Ser padre consiste en dejarse ganar hasta el día en que la derrota sea verdadera.” Poeta Chileno, de Alejandro Zambra.
Amaya dile a tu hija que tiene una madre que escribe y habla cómo el mejor helado del mundo. Siempre con pena de que se acabe el texto o deje de hablar . Precioso Amaya, con una exquisitez que se te reconoce al instante. Gracias, gracias por ser tan generosa siempre.
Zambra y Poeta chileno es un mandato poético, qué recovecos de la vida se anuncian entre sus páginas. Lo terminé hace poco y hace poco me inspiró este relato (por si tienes un rato): https://elviajeinterminable.substack.com/p/el-encuentro-diarios-de-madrid-iii