He seguido a Taza (Naomi Davis) hace años de manera intermitente. Me hacían gracia sus fotos coloridas, sus niños sonrientes y mofletudos y todos sus increíbles paisajes de Nueva York. A ratos la dejé de seguir. Yo quería quedarme embarazada y ella no dejaba de tener bebés. Gemelas la última vez. Todo era demasiado para una infértil que vivía en un barrio residencial madrileño de ladrillo rojo.
Tampoco es que supiera mucho de ella. Solo aparecía de vez en cuando en mi timeline y me hacía gracia esa vida como pintada con ‘plastidecor’. Me di cuenta hace unos meses que no me salía en IG. La busqué y llevaba sin actualizar desde octubre de 2021. Busque información. Incluso encargué una noticia sobre ella en ELLE.
Lo que antes era un seguimiento tangencial se volvió periodismo de investigación (ejem). Tampoco es que haya encontrado gran cosa. Su marido publicó una foto de toda la familia en enero y decía que ella sacaba la foto. En marzo, una hermana publicó una foto en su feed. Y en los comentarios de la última foto, alguien dice que la ha visto en un story y otra persona en la calle. Sigue viva. ¿De qué vivirá ahora? ¿Qué hará? ¿Por qué ha abandono de golpe su vida de influencer?
Me impresiona leer los comentarios a su última foto. Desde quien la echa de menos, hasta quien le exige noticias. Otros hablan de divorcio, enfermedades, de qué no pudo soportar las malas críticas a un libro que acababa de publicar sobre su vida: A coat of yellow paint. No creo que sea la razón (aquí echando por fuera) pero las críticas son jodidas de recibir, incluso cuando son pocas. Lo digo con un libro en las manos que soy yo, y a veces pienso para qué. Y otras, recibo unos mails de agradecimiento que no merezco.
Me acordé de un libro que leí hace 10 años. Quizás ahora no me gustara: La luz en casa de los demás, de Chiara Gamberale. Lo recuerdo muy tierno y muy sencillo, una novela sin grandes pretensiones, que también se agradece. Una niña que se llama Mandorla (almendra en italiano) se queda huérfana y recibe una carta de su madre en la que le confiesa que uno de los vecinos del bloque dónde vive es su padre. Así que en un acuerdo algo raro, la adoptan entre todos y pasa a vivir de casa en casa, lo que le permite colarse en esa intimidad de cada familia y saber qué hay de cierto en lo que creemos que vemos a través de las ventanas de los demás (el Instagram del mundo pre redes sociales).
Al releer algún párrafo encontré dos citas subrayadas.
“Tiene gracia ¿no? Como nos cambia la vida mientras nosotros estamos tan concentrados en cambiarla”.
“Que en momentos de desesperación no se te ocurra envidiar la felicidad ajena, la fortuna, el éxito ajeno, las certezas, los resultados, las luces en los hogares ajenos: en todas partes hay bien, en todas partes hay algún mal ."
Resulta que creemos que avanzamos, muchos propósitos todos los septiembres y luego veo que me llevan interesando los mismos temas toda la vida. Podría haber metido esas dos frases en mi libro.
Tengo la suerte de conservar mis diarios de niñez y adolescencia y, cuando venzo la vergüenza de leerme y me siento a ojearlos, ahí estoy, con 8 años y con 14 y ahora con 43 años. Y contra todo lo que cabía esperar, muchas de esas obsesiones y repeticiones están ahí. Yo que me creo tan evolucionada y tan lista. Pues, nada, siempre a vueltas con lo mismo.
Todo esto viene a las jodidas fotos de los que están ahora en la playa. Que me matan. Casi titulo esta carta igual que la del año pasado: Los de septiembre. Pues, eso, que somos cíclicos. O yo. Como con los propósitos ¿o son siempre los mismos?
P.D. 1 Tengo buen recuerdo del libro pero no me hago responsable de lo que mi memoria haya construido sobre su recuerdo. Si buscáis algo que leer, me ha gustado La memoria del alambre de Bárbara Blasco. Una cantante de verbenas de pueblo recibe un mail de la madre de una amiga de la adolescencia que le pregunta si recuerda que llevaba su amiga en los bolsillos el día que murió. Adolescencia, drogas, ingenuidad, abusos… Y también fragmentos así:
He recordado aquella historia de un vendedor que le preguntaba a un cliente: «¿Quiere la jaula vacía o sin pájaro?». «Y ¿qué diferencia hay?», quería saber el cliente. «La nostalgia, por supuesto», respondía el otro.
También se lee rápido.
P.D. 2 SPAM. Insisto en la idea de ser rica y retirarme a vivir a la playa a leer y escribir. Para ello necesito vender un millón de ejemplares de La idea de ti. O que alguien me compre los derechos. El plan de la lotería hace aguas.
Qué gracia, yo también seguí a Taza durante muchos años 😊. En si blog, sus redes…Es curioso a mí también me pasa que esa gente llega a formar parte de mi vida, el hecho de seguirles durante tantos años hace que cuando desaparecen de golpe me despiertan las ganas de reclamar…”hey te has ido sin avisar”…como si tuviera algún derecho a reclamar..
También soy la de los propósitos de septiembre, más que de enero creo yo.. a ver si cumplo alguno..
Gracias por tu newsletter…. Es mi preferida de todas.. me saca una sonrisa nada más verla en mi bandeja de entrada 😊
Quizá me centre en una parte muy pequeña de tu relato pero…¡Lo de tener la suerte de conservar tus diarios de niñez y de adolescencia no me puede parecer mayor verdad! El otro día precisamente pensaba en cómo me hubiese gustado conservar los míos, para ver cómo me las apañaba emocionalmente en aquella época, porque soy Dori y tiendo a olvidar esas cosas, o al menos, a no tener un recuerdo más o menos nítido.
Hace unos meses, vaciando la casa de mis padres y, en concreto, mi habitación, encontré una carta que escribí a los Reyes Magos cuando debía tener 9 o 10 años y en la que me despedía pidiéndoles que me ayudaran ‘con esos nervios que tan locos vuelven a mamá y a papá’. Me quedé realmente absorta, porque no recuerdo una etapa de nervios a esa edad, tanto como para que fueran motivo de aparecer en mi carta a los RRMM. Esos diarios de niñez me hubiesen venido genial para disipar dudas.
Gracias por la recomendación del libro de Bárbara Blasco, no lo conocía. E intentaremos ayudarte en tu propósito de ser rica comprando tu libro 😉