Leer por leer

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Principios

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Principios

Amaya Ascunce
Sep 26, 2021
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Todos sabemos que el año empieza en septiembre. La verdad es que yo me lo estoy tomando con calma y, si todo va bien, en un rato me estaré despertando en una isla, cerca del mar. Ando agarrada al verano. Y el verano a mí. Nos va bien aunque los dos sabemos que está relación está terminada. Nos seremos ni los primeros ni los últimos.

Pero según llegue a casa, prometo ponerme con todos los propósitos y todos los principios, que siempre son los mismos, para qué mentir, esa mochila incumplida que me sirve de carga y aliciente a partes iguales.

En honor a este gran principio que es septiembre he buscado los de algunos de los libros que más me gustan.

Aquí van:

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

“Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla tóxica en Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petoskey, Michigan, en agosto de 1974”. Middlesex, de Jeffrey Eugenides.

“Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe la noticia en los cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas 24 horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de nada como la palabra nada”. Las intermitencias de la muerte, de José Saramago.

"Jean McConville tenía treinta y ocho años cuando desapareció, y se había pasado casi media vida embarazada o recuperándose de un parto. Dio a luz a catorce hijos y perdió a cuatro de ellos; así pues le quedaron diez, de edades comprendidas entre los veinte años de Anne, la mayor, y los seis de los mellizos Billy y Jim. Traer al mundo a diez hijos, y no digamos ya criarlos, puede parecer una verdadera hazaña, pero hablamos de Belfast en el año 1972, donde eran habituales las familias ultranumerosas y desorganizadas, así que Jean McConville no aspiraba a conseguir ningún premio. Y ninguno le dieron". No digas nada, de Patrick Raddn Keefe.

“La vida cambia deprisa.

La vida cambia en un instante.

Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.

La cuestión de la autocompasión.

Estas son las primeras palabras que escribí después de que pasara. El archivo de Microsoft Word (‘Notas sobre el cambio.doc’) lleva la fecha 20 de mayo de 2014 23:11, pero debe de ser porque abrí el archivo y pulsé «guardar» automáticamente al cerrarlo. En mayo yo no introduje ningún cambio en aquel archivo. Llevaba sin cambiar nada desde el momento en que había escrito aquellas primeras palabras, en enero de 2004, un día, dos o tres después de que pasara.

Estuve mucho tiempo sin escribir nada más.

La vida cambia en un instante.

El instante normal”.

El año del pensamiento mágico, de Joan Didion.

 “Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn, de manera que al día siguiente salí de Westchester y fui para allá a reconocer el terreno”. Brooklyn  follies, de Paul Auster.

“Un anciano en la popa de un barco. En los brazos sostiene una maleta ligera y una criatura, todavía más ligera. El anciano se llama Linh. Es el único que lo sabe, porque el resto de las personas que lo sabían están muertas”. La nieta del señor Linh de Philippe Claudel.

“Yo tenía doce años y un mes. Mamá nos llenaba los platos de cappelletti mientras nos explicaba que el útero es el principio de la modernidad. Sirvió el caldo de gallina y dijo:

—Aprendamos de Francia, con sus oleadas de sufragistas que han liberado las conciencias.

—Y las mamadas.

Aquello fue el punto de inflexión. Mi padre soplando en la cuchara mientras sentenciaba: “Y las mamadas”.

Mamá se lo quedó mirando.

—No vuelvas a decir esas cosas delante del niño.—Se le escapó una sonrisa triste.

Él siguió enfriando los cappelletti y añadió:

—Son una de las maravillas del universo”.

Actos obscenos en lugar privado, de Marco Missiroli.

Podría explicar de qué van, pero si esos principios no os han dado un motivo para leerlos no creo ser capaz de escribir nada que los mejore.

Os dejo, me voy a la playa. Aquí todavía es verano. Y por aquí, me refiero a esta isla o mi cabeza, vete tú a saber.

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5 Comments
Lourdes Cabello
Sep 28, 2021

Leer tu newsletter es fantastico gracias por tus cabilaciones y tus recomendaciones

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Mar Izkue
Sep 27, 2021

Gran selección! Gracias Amaya, porque varios de estos libros no los conocía... y, tras leer el principio, ¡esto no puede seguir así!

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