Una chica que conozco hablando de cómo se había comprado un ático de casi 200 metros en Chamberí:
- No te creas. Estaba muy bien de precio. Casi no me compro ropa y llevo sin salir a cenar por ahí tres años. Es cuestión de organizarse y de trabajar duro.
“¿Pero qué narices cenaba esta mujer antes?”, pensé. El mito del “hecho a sí mismo” me mata.
No debe recordar la entrada que le regalaron sus padres y, no solo eso, también cree que todo el mundo crece en una casa donde te animan a estudiar, te dan tiempo, con una habitación con mesa, silencio, libros, ayuda emocional e intelectual, ocio, amor, y soporte. Bueno y un máster y veranos en Inglaterra y, sobre todo, dinero para poder mantenerte mientras haces becas y más becas y te formas hasta que se da el milagro del contrato y de un buen sueldo.
Los que no alcanzan el éxito es porque no se esfuerzan lo suficiente. O no se organizan.
Me recomendó un libro de autoayuda que le había ido bien.
Pero yo soy más de esto:
Por mi parte, comenzaré contando mi propia historia de manera diferente, descartando esa vieja fábula de moda que reduce cualquier historia de éxito a una de valor y diligencia. Admito que, para ser franco, fue un momento más fácil y las cosas fueron mejores. Nuestras instituciones eran mejores. Quizá sea de eso de lo que trata la historia, en la medida en que trata de cualquier cosa. Hay una cosa que aprendí cuando cobré ese cheque: que las personas no siempre pueden ser resilientes, pero un país sí. (Tara Westover en NYT)
Lo dice Tara Westover. La chica del libro Una educación. Tara creció en una familia de preparacionistas del fin del mundo, no tuvo certificado de nacimiento, no asistía al colegio, la entrenaban para sobrevivir a cualquier catástrofe, a hacer mermeladas, no iban al médico y vivían medio aislados. A pesar de eso, e imagino que porque Tara es listísima, consiguió estudiar y acabó teniendo un master en Cambridge. Por eso me gustó su cita. En ese artículo explica cómo ella no consiguió todo gracias a su valor. Necesitó ayuda de las instituciones. Me gusta que refuerza esa idea de que incluso los más listos, porque ella lo es, no pueden salir adelante con su tesón y su esfuerzo. Necesitan ayuda de la sociedad. Y por ayuda, también me refiero a dinero.
Me gustó este artículo de Kate Bowler que ha estudiado a fondo los libros de auto ayuda y desarrollo.
“El primero es convencer a las personas de que son invencibles y de que todo lo que necesitan hacer es aprovechar su energía hasta meta. Otra gran mentira es: "Todo lo que necesitas ya está dentro de ti". Es una mierda. La mayor parte de lo que necesitas va a estar fuera de ti. Como justicia estructural y una comunidad que te sostenga, y aceptar tus propias limitaciones y debilidades. Pero no puedes vender libros con eso. No puedes vender 7 principios del pensamiento positivo si sus siete capítulos empiezan por: "Uno: Acepta tus limitaciones; Dos: sitúate socialmente para saber qué apoyos te faltan”.
En un libro que me tiene obsesionada y que imagino que acabará ocupando una newsletter sola: “No puedo más, Cómo se convirtieron los millennials en la generación quemada, Anne Helen Petersen explica cómo después de los boomers, el riesgo económico se ha vuelto cada vez más individual. Hubo unos años en los que se impulsaron y se creía a ojos cerrados en sistema de seguridad social, pensiones o incluso que la formación en las empresas dependía del empresario. Existía la idea de que el riesgo que corre una sola persona (a ponerse enfermo, a tener problemas económicos o personales, o de partir de situaciones de desprotección) era muy grande, por lo que ese riesgo se debía repartir entre la sociedad. Por ejemplo, con las pensiones. Pero la idea de que más vale salir uno solo adelante se ha implantado y hay mucha gente privilegiada que se cree hecha a a sí misma.
“La perdurabilidad de la narrativa del ‘salir adelante’ por ejemplo siempre ha dependido de que la gente esté dispuesta a ignorar a quién se le permitan las botas y a quién las cinchas con las que salir adelante”.
La chica del ático en Chamberí lleva botas y cinchas. Pero no tiene ni idea de que da igual que ella trabaje mucho ahora y se haya esforzado y todas esas cosas porque partía de un lugar y una educación privilegiadas. ¿Y lo peor? Encima piensa que si le das a la gente cinchas o botas, se vuelven vagos y no se esfuerzan.
P.D. 1 Una frivolidad para compensar lo intensa que ando. Este perfume de Gucci me tiene obsesionada. Huele a manzanilla y jazmín. Una cosa rara. A veces me recuerda a cuando me dolía la barriga y les pedía a las monjas que alguna amiga me acompañara a la cocina para que me prepararan una infusión en mitad de clase. Y nos pegábamos una hora allí de charleta saltandonos las mates. A veces no nos dolía la barriga en verdad. Pues me huele a eso. Se llama memoria de un olor. Y tanto.
La tabla rasa del “el esfuerzo lo puede todo” es la más injusta de las mentiras sociales con las que nos han hecho comulgar. Y que los más favorecidos por empezar el “maratón” social y laboral 3km por delante del resto hagan de ello su bandera es algo que no deberíamos permitir. Gracias por un fantástico post…y por las pistas libreras!
Me da rabia no poder estar más de acuerdo. Tanta mítica del "hecho a sí mismo” olvidando (o despreciando) las ayudas recibidas solo crea insolidaridad y frustración. Ahora está "de moda" hablar (no invertir públicamente) de salud mental, pues esto amenaza la salud mental de tanta gente que no llega al soñado éxito. ,¡Gracias, Amaya, por decirlo en voz alta,!