La semana pasada levanté cuatro Airbus. También acabé llorando en un campo de rosas a 2000 metros de altura en Omán. Fue una borrachera de belleza. Disimulé, pero no creo que pueda olvidar ese olor y ese paisaje en mi vida. Me he dado cuenta de que lloro más por emociones positivas que por pena. Aunque despegar me hace llorar. Se me saltan las lágrimas. También disimulé. Cuatro veces. Es mitad por miedo, mitad por la alegría que me da seguir viva cuando el avión deja de ascender. Lo llevo casi bien. Sufro bastante los días antes y en el despegue. Pero puedo hacerlo. Eso me parece suficiente. Luego me siento poderosa de haberlo hecho.
A mi lado, en el último vuelo, un señor que llevaba 30 años trabajando en pozos petrolíferos, cuando le pregunté qué era lo peor de tener que viajar tanto por todo el mundo, dijo:
—Despegar.
Igual somos muchos disimulando.
En uno de los aviones terminé ‘Libre’, de Lea Ypi. Cuenta la infancia de la propia escritora en Albania, el paso del socialismo al capitalismo. Es un libro al que le van mal los prejuicios de cualquier tipo porque si te dejas llevar por la autora, igual te sorprendes sobre lo que piensas realmente de algunas cosas.
Hay una escena curiosa sobre una lata de Coca-Cola vacía que roban a la familia de Ypi: “En aquella época, esas latas eran extremadamente raras. Y más raro aún era entender su función. Constituían indicadores del estatus social: si alguien tenía una lata, la exponía en su salón, casi siempre encima de un tapete bordado, colocado sobre el televisor o la radio y, a menudo, junto la foto de Enver Hoxha. Si no fuera por la lata de Coca-Cola, todas nuestras casas eran iguales: estaban pintadas del mismo color y tenían los mismos muebles, la lata de Coca-Cola hacía que algo cambiara, y no solo en el aspecto visual. La envidia se interpuso entre nosotros. Empezaron a surgir las dudas. Se rompió la confianza”.
Cuando crees que el libro va para un lado explica cosas así: “Aquello también podría haberse llamado robos si no fuera porque el hecho de que un individuo se apropie de los recursos comunes constituye el fundamento mismo de la propiedad privada. Sería más acertado describirlo como una privatización ascendente”.
O esto:
A ratos sentía que Lea me iba a llevar a un sitio, pero acabé en otro lugar completamente distinto. Es una reflexión sobre la libertad, y de cómo nuestras propias ideas definen el tipo de libertad en el que creemos y cómo respondemos a eso. Y sobre todo cómo juzgamos a los otros.
En una comida hace unas semanas, un director de una empresa decía sobre las nuevas generaciones:
—Nos cuesta encontrar trabajadores. Algunos me dicen que tiene un novio en la ciudad y que no se quieren mudar. ¡Con 26 años! Nuestra generación no era así. Desde luego tienen demasiado claras las condiciones en las que quieren trabajar.
Disimulé.
“Exagero mucho y confundo ficción y realidad, pero en realidad nunca miento”. Lucia Berlin, en Manual para mujeres de la limpieza.
Amaya Ascunce
P. D. 1 Ahora solo quiero oler esto en mi casa. Es un incienso que huele a rosas, ámbar gris e incienso. Es de la línea Anchorage de Amouage, un olor que tienen en los hoteles con sus productos.
Otra sorpresa: yo, que creía que conocía mis gustos olfativos, me veo después de este viaje buscando cosas muy contundentes. Primero, Love Delight que es una mezcla de flores blancas muy loco con ron, vainilla y rosa.
Pero mi sorpresa ha sido Guidance. No sé explicaros a qué huele. Ha sido un hit en TikTok y hubiera apostado que me iba a resultar pesado. Pues, no. Es intenso. Algo denso y dulce; incienso, pera, almendras, ámbar gris, jazmín, vainilla. Nada de lo que diga explica mi flechazo. Es como llevar una muselina de esas que no dan calor, pero sabes que las llevas y no tienes miedo a tener frío. Lo huelo todo el rato y me hace sentir mejor.
Lo sé, el precio.
Libre es un libro abrumador. Me encantó, me emocionó, a veces hasta me desconcertó, pero me parece un imprescindible porque estamos faltos de libros que nos ayuden a tener perspectiva.
“Nos cuesta encontrar trabajadores. Algunos me dicen que tiene un novio en la ciudad y que no se quieren mudar. ¡Con 26 años! Nuestra generación no era así. Desde luego tienen demasiado claras las condiciones en las que quieren trabajar.”
Menuda bola. Soy del 79 y la mayoría de mis coetáneos querían vivir bien cerca de su madre. La gente que embellece el pasado corre el riesgo de repetirlo…