Esta semana me ha dado paz leer esto:
“Hay evidencia experimental de que las palabras generan síntomas y las palabras también pueden quitar esos síntomas, incluso aunque haya daño. Algo curioso del placebo es que puede funcionar en algunos casos, aunque se advierta de que se está dando un placebo. Es difícil evitar la esperanza y, a veces, aunque nos den la información de que nos han dado placebo, el sistema sigue trabajando desde la esperanza”.
Lo dice el neurólogo Arturo Goicochea en El País. Me pienso leer su libro:
“Por ejemplo, me duele la zona lumbar, se hace un escáner o una resonancia y se ven unas protrusiones discales, artrosis… Entonces, digo, te duele porque tienes esas protrusiones o artrosis, aunque hay muchos estudios que buscan correlación entre esos hallazgos y el dolor y no la hay. Esos cambios son adaptativos, no degenerativos. Hay muchísima gente que tiene esos cambios y no siente dolor. Con ese diagnóstico estamos promocionando la idea de un organismo frágil, vulnerable”.
Yo tengo un tema con el dolor. Esta muy feo auto citarse pero no me sobra el tiempo para reescribir lo que ya he contado. Aquí va un fragmento de La idea de ti:
“Mi primer ataque de ciática fue la semana que le dijeron a mi padre que el trasplante no había funcionado. El linfoma había vuelto. Yo llevaba con un dolor desconocido que me recorría desde el culo hasta la rodilla izquierda desde hacía días. Cada vez que tenía que estar de pie parecía un flamenco, solo doblando la pierna conseguía aguantar. Hice un estiramiento y me quedé pillada. Nunca he sentido algo así. No entendía nada. No podía pensar, dormir, por supuesto no podía andar, y casi no bebía ni agua porque estaba aterrada de tener que hacer pis. Me desplazaba por el suelo como una culebra. No es una metáfora. Era literal. Hasta que las inyecciones de corticoides y un relajante muscular no hicieron su efecto un par de días después, no fui capaz de dormir. Me tiré dos años después del ataque con dolor. Nada tan intenso como aquellas dos primeras semanas, pero ahí estaba el recuerdo, la amenaza. Probé de todo: punción seca, masajes, ejercicio, natación, pastillas... Dejé de llevar los escasos tacones que me ponía, me empecé a sentar recta. Siempre tengo los pies elevados cuando estoy currando. No cogía peso. Y se pasó. Pero cada cierto tiempo, vuelve. En cuanto noto el calambrazo, me entra ansiedad. Me obsesiono. Analizo el recorrido del dolor para ver si es el mismo. Trato de buscar patrones. Me muero de miedo. No quiero pasar por eso otra vez. Como si pudiera elegirlo. A veces pienso que sería mejor tener un calendario de ataques. Vas a tener uno cada dos años. Durará dos semanas. Pero hasta que pasen dos años, puedes estar tranquila. Aunque los ataques sean más frecuentes, prefiero eso a la incertidumbre. Creo que a estas alturas sufro más por el miedo a que llegue que por el ataque en sí.
Estando embarazada me dio otro ataque agudo que tuve que pasar sin medicación. Estuve sin dormir tres días, aterrada de cómo podía influirle todo aquel dolor y angustia a lo que crecía dentro de mí. A los tres días, algo cedió. Estaba viendo un capítulo de la serie de Luis Miguel cuando note como si el nervio dejara de estar comprimido. Igual que si me dejaran de pisar el pie o se abriera la puerta que me pillaba un dedo. Un latigazo. Caí dormida después de tres días de insomnio en los que vi series sin descanso y comí dos croquetas en total. Varias veces pensé que podrían ponerme la epidural si aquello no mejoraba. Me quedaban cuatro meses para poder tomar medicación. Cuando mi hija nació, la primera vez que noté de nuevo la tensión del nervio ciático recuerdo que pensé que, por lo menos, ahora me podía drogar para soportarlo. Otra vez, el control, la protección. No había aprendido nada”.
Sigo parecido a cuando escribí ese texto, en cuanto siento dolor pienso cómo mitigarlo, solucionarlo, controlarlo. Ahora he sumado además a la ecuación una intolerancia a casi todos los antiinflamatorios y calmantes. A veces la vida es un coñazo dando lecciones, la verdad.
Para 2024 voy a pedir lo mismo de siempre: salud, amor, humor y algo de suerte. Y mucho, mucho tiempo. Os deseo lo mismo.
“Por años disfrutar del error y de su enmienda, haber podido hablar, caminar libre, no existir mutilada, no entrar o sí en iglesias, leer, oír la música querida, ser en la noche un ser como en el día”. Fortuna, de Ida Vitale.
Amaya Ascunce
P. D. 1 Escribir es como lanzar cerillas a una mesa de novedades de las librerías, mientras que al que escribe le cuesta años encender ese fuego.
Sigo con mi campaña de promoción de La idea de ti. Un libro siempre es un buen regalo. El mío trata sobre todo lo que pensé que iba a ser la vida y no fue: COMPRAR.
He pensado en hacer un sorteo de unos pocos ejemplares que tengo. Es la primera vez que hago esto, así que algo sencillo: se trata de que comentéis en esta foto de IG con lo que queráis: un deseo de año nuevo, un emoji, una crítica. Todo vale y sortearé entre las respuestas los ejemplares. Me da igual si no me seguís. Con responder me vale. Los mandaré la primera semana de enero dedicados si queréis: CONCURSO.
P.D. 2 El próximo 31 no habrá newsletter. Yo misma me regalo tiempo. Feliz año.
Poema de Cristina Peri Rossi.
Siempre llegas a tiempo y con la palabra justa Amaya, gracias. Ojalá se cumplan tus deseos en el 2024.
Y si pudiéramos cambiar el control por seguridad, eso ya…sería estupendo.
Hola, me gusta que te autocites. Espero que consigas todos tus deseos, especialmente que pudieras estar en casa a las 16:00 cada día. ;-). Ana