A los 15 días de entrar en un trabajo nuevo, me llevaron a hacer una sesión de team building a la sierra de Madrid. El ejercicio consistía en una yincana en la que había que superar pistas a través de unas tirolinas. Un sueño. Me tuve que comprar un chándal y deportivas para ir porque no tenía ninguno. Digamos que no era yo una atleta en esa época. Me tocó en un equipo en el que no conocía a casi nadie, y a los pocos que conocía era porque llevaba 15 días sentándome en la mesa de al lado y nos habíamos dicho buenos días y buenas tardes con cierta simpatía. Justo la gente que quieres que te vea sudar y jadear. En mi equipo estaba la mujer de recursos humanos, que imagino que estaba detrás de la elección de aquella actividad, y que tenía vértigo. Iba agarrada a los árboles como un perezoso y trataba de no mirar al suelo. Sudaba todo el rato con profusión. Luego un señor que gesticulaba mucho y que practicaba el optimismo como una religión (a la que claramente no pertenezco) nos preguntaba si llevaríamos cerillas a la luna y cómo las encenderíamos. La gente que mueve mucho las manos al hablar me desconcentra porque siempre pienso que están haciendo un juego de magia y no paro de buscar el truco. No recuerdo la moraleja. Lo siento si os veis en la típica situación de estar en la luna y no sabéis cómo encenderos un cigarro.
La prueba final era trepar por una pequeña pared vertical. Yo no había escalado en mi vida, pero como pasa algunas veces, como no tienes ni idea de la dificultad, estás cohibido, no quieres ser un pringado, no mides (esto no sé si le pasa a todo el mundo o solo a mí), el caso es que me tocó la primera de mi equipo y no sé cómo, un pie detrás de otro, la subí. Me gané el mote de la “lagartija” por varios meses, cosa que no agradecí para nada recién llegada a un grupo. Una compañera cayó a un río. Y otro fue amonestado por fumarse un porro a la sombra de un árbol frondoso con riesgo de provocar un incendio.
Yo no entiendo de qué manera nada de aquello nos ayudó a trabajar mejor. La mujer de recursos humanos se jubiló. Y yo pasé los mejores ratos que he pasado en un trabajo con algunos de aquellos compañeros. Nunca me he reído tanto en un trabajo. Ni creo que vuelva a pasar. Fue todo una rareza. Igual también porque fue breve.
He leído “El descontento”, de Beatriz Molina, que es periodista y tiene un podcast muy divertido que se llama Arsénico Caviar junto a Guillermo Alonso, donde los dos dejan claro que odian trabajar y el tardocapitalismo. Su primera novela me recuerda algo a ‘Mi año de descanso y relajación’, de Ottessa Moshfegh, pero a mí esta me resultó muy pesada. Me pareció una idea genial para un artículo pero terriblemente larga y repetitiva para una novela. Dicho esto, fue un éxito total con muy buenas críticas así que no os dejéis influir: una mujer decide drogarse para pasar un año anestesiada de todo porque no soporta la vida moderna. En el de Beatriz, una protagonista deprimida y hastiada de trabajar (de su trabajo y de trabajar, de las dos cosas) consume Orfidales sin control y trata de sobrevivir en una agencia de publicidad vendiendo cosas en las que no cree a gente que no las necesita. Es un análisis ligero sobre el mundo de las oficinas, los motivados, y básicamente del capitalismo. Me he reído mucho. Sobre todo en el momento que cuenta la elección de los coach motivacionales para un ejercicio de team building en el que ella tiene que participar.
En el salón de casa tengo enmarcada una nota del día de mi team building, pero está escrita por mi padre a mi hermana. La nota estaba encima del plato con la comida lista y todo preparado para que ella no tuviera nada que hacer al levantarse de la cama: “¡Que la vida te siga tratando así! Acuérdate de tu hermana que con chándal nuevo se está tirando en tirolina. Un beso (parece que va a llover)”.
La nota tiene 16 años y mi padre murió hace ya 12, y la vida no nos volvió a tratar así nunca más.
Qué manera más terrible de acabar esta newsletter.
Besos
Amaya Ascunce
Cada domingo me emocionas y /o me sacas una sonrisa Amaya , de una manera o de otra . Hoy todo me llevaba a la risa , imaginándote ( y a mi , por supuesto ) en ese papelón del team building llevando tan poco tiempo en la empresa , hasta que ver enmarcada la foto de esa nota de tu padre me ha emocionado muchísimo . ¡Cuánto amor condensado en una nota ! . Algo tan simple y al alcance de todos … Yo les metía notitas an mis hijas en la bolsa del almuerzo para el cole , o les pintaba caras en los plátanos cuando eran pequeñas , y les encantaba . Acabo de recordarlo gracias a ti. Ahora tienen 17 y 14 años y no les preparo nada .. volveré a escribirles , Amaya . Es un recuerdo precioso . Mil Gracias por escribir así de bien y compartir tu don . Feliz domingo
Nunca he entendido muy bien la costumbre de organizar actividades lúdicas en una empresa. Hace unos años trabajé en una multinacional. Por presión de los compañeros en las reuniones se terminaron organizando estas quedadas porque claro, solo tratábamos con los compañeros que tenemos al lado (como si ya no fuese suficiente a veces). Decidí quedarme tranquila en casa jugando a Stardew Valley.
Me encanta la letra de tu padre. Es una forma muy bonita de cerrar la publicación, pero entiendo perfectamente lo que hay detrás y es complicado transmitirlo con palabras. Un abrazo apretado.