El otro día fui a ver Cristina Mitre y su podcast en directo en el teatro junto a Patri Psicóloga. 700 personas asistieron. Salí muy emocionada. Me imagino que era orgullo de amiga de verla así, tan natural y poderosa encima de un escenario, pero también estaba emocionada por todas aquellas mujeres hablando. Vi muchas parejas de amigas entre el público. Estaban contentas. Hablaban de sus cosas. De prioridades en la vida, de ganar tiempo, espacio... Eché de menos a mis amigas para tomarnos un vino y hablar a gusto después.
Cuando volvía en el taxi, en un semáforo, dos mujeres se despedían de una tercera. Fueron muy cariñosas aunque parecía que fueran a verse al día siguiente. Me produjo ternura y también creo que orgullo, esas muestras de afecto, ese cariño que sabe expresarse y construirse.
Mi amiga Maite me manda un audio emocionada al escuchar mi último capítulo del podcast. Y MJ se lee mi libro, La idea de ti, y me manda mensajes súper largos para darme las gracias. Me escriben cientos de mujeres sinceras que me cuentan sus vidas, sus penas al leer mi libro. Otras me cuentan que se ríen, que no son madres pero que me entienden, que comparten… Una incluso me ha ofrecido su apartamento para que me vaya a pasar unos días frente a la mar.
Últimamente leo a muchas mujeres brillantes. Esto de Brenda Navarro en ‘Ceniza en la boca’ sobre la inmigración es tan bueno…
“Extrañaba ese sentimiento de comunidad de sabernos unos pinches desgraciados, inútiles, soberbios, apasionados. Ajá, apasionados, porque para sobrevivir necesitábamos mucha pasión, pasión que da el hambre, el cansancio, el hartazgo. Pasión era lo que nos hacía levantarnos a las seis de la mañana, y odiar el tráfico de dos horas, y el ruido de los microbuses, y el olor del de al lado, y el malhumor del otro, el estómago gruñéndonos a todos por igual”.
O cuando leo ‘Carcoma’, de Layla Martínez que mira que no soy de leer sobre el miedo, pero es que mirad esto.
“Pero mi marido era demasiado miedoso o demasiado honrado, las dos peores cosas que puede ser un pobre”.
Y esto.
“A mí me había dejado en casa cardando lana. Aquello me daba mucho asco porque ya de niña no soportaba ese olor a perro muerto, pero a mi madre le daba igual porque el asco es algo que los pobres no nos podemos permitir, como la compasión”.
Estoy leyendo también “Canto yo y la montaña baila”, de Irene Sola, que parece que mordieras tierra mientras lo lees. Huele a montaña, a humedad y piedras. A animales.
“Le hacen a una desear una vida pequeña. Este hombre y esta montaña. Una vida raquítica como una piedrecilla bonita. Una vida que quepa en un bolsillo. Una vida como un anillo, como una avellana. A una no le dicen que se pueden elegir cosas que no sean pequeñas. No le dicen que las piedras pequeñas se pierden. Se escapan por el agujero de un bolsillo. Ni que si se pierden ya no se puede elegir otra, que piedra perdida, perdida está. Tira el corazón también aquí, en medio del camino, entre el barro y las zarzas. Tira la alegría. Tira el alma y los abrazos, los besos y la cama de matrimonio. A la fuerza, a la fuerza. Y ahora levántate y mira esta mañana tan delgada y tan azul. Y baja a la cocina, métete la comida en la boca y después métela en la boca de los niños, y luego en la boca del viejo, y luego en la boca de las vacas y de los terneros, en la de la cerda, en la de las gallinas y en la de la perra. A la fuerza, a la fuerza. Hasta que se olvida una de todo, con tanta fuerza bruta”.
Irene dice esto:
“A algunos hombres se les atasca la lengua y se les seca en la boca, y no saben abrirla ni para decir cosas bonitas a sus hijos, ni cosas bonitas a sus nietos, y así se pierden las historias”.
También escucho a mujeres, como Deforme Semanal que me llevan por la M30 y ni me entero de los atascos. O Estirando el chicle, y su humor luminoso. Trabajo con mujeres, me pongo de su lado, que es mi lado. Veo el poder de las mujeres a pesar de las noticias, las leyes y los hombres.
“No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.
Simone de Beauvoir.
Seguimos.
Estuve en el teatro el martes y también tuve ese sentimiento de pertenencia, de despertar a tantas cosas, de gratitud…
Una ya tiene una edad y ha descubierto todo esto sola y un poco tarde diría yo…pero me consuela a la vez que agrada, saber que las nuevas generaciones ya llevan todo eso de serie. Gracias a todas estas mujeres por hacer este despertar tan amable y llevadero😘
Yo también lo veo, esa sensibilidad innata. Inteligencia de mujer. Muy de acuerdo contigo Amaya, como siempre. Gracias por leerte.