Soy la cínica de una charla motivacional. No me funcionan. No me motivan. Busco la vuelta, quemar la sala, pillarle en un renuncio. Me pasa también con los libros de autoayuda. Hace poco asistí a una charla. Un tipo nos contó que gracias a un accidente descubrió un cáncer que tenía oculto, eso le salvó la vida y le hizo vivir de verdad y cambiar de trabajo y ser otra persona y hacer las cosas que realmente importan. Dijo: “No creo en la casualidad, creo en la causalidad”.
Me encantaría pensar eso. De verdad. Me encantaría creer que todas las desgracias que nos pasan son por algo, y que nos hacen mejores. Pero no lo creo. A veces, sí, otras no. Algunas aprendemos algo, otras se nos olvida, a veces la desgracia es tan bestia que las personas quedan tocadas para siempre y, encima, tienen que aguantar que es su responsabilidad no estar bien, no aceptar su sentimiento y transformarlo en algo mejor.
Por ejemplo, le podría decir a decir a F. que no creo que sea casualidad que ella haya cruzado un océano con su hija en una patera, ni que en un año y medio en España las hayan movido a 8 casas, que no se preocupe porque N. haya ido a 8 colegios diferentes y ya esté cansada de todo con 5 años que tiene. Le voy a decir que solo tiene que tomárselo bien y sacar de ello algo positivo, buscar una motivación personal. Que está en su mano transformar el sufrimiento y la preocupación, la ansiedad que tiene por dónde van a desplazarlas, por cómo empezar una vida de cero. Le voy decir que, en realidad, es ella la única que puede cambiar su situación. No el sistema de acogida, no las condiciones en su país de origen, no los ciudadanos, no los gobiernos. Es ella, con 27 años y una hija de 5. Venga, F. tú puedes.
Porque básicamente esa es la teoría: tienes esto porque quieres, porque podrías cambiarlo y, si no puedes cambiarlo, anda nena, haz el esfuerzo de sentirte de otra manera. Siéntete bien, nena, ¡ya!
Yo no quiero ser la cínica de la sala, de verdad. Yo quiero ser una de esas personas que se convencen de que todo pasa por un motivo. En casi todas las charlas o enfoques de este tipo hablan de un libro “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl, este hombre lo sacó a la conversación cuando le dije que me parecía reduccionista decir que todo lo que nos sucede es nuestra responsabilidad, al menos en cómo nos lo tomamos.
El libro es la historia real de un preso de los campos de concentración nazis y cómo su enfoque personal le hace sobrevivir a todo, incluso a la muerte de su familia, cómo encontrar una motivación en aquel infierno fue una parte importante de su salvación. Es un libro precioso.
“Al hombre se le puede arrebatar todo, menos una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino”.
En serio, yo no quiero ser la cínica pero, ¿sabéis lo que tenía Viktor que mucha gente no tenía en los campos?: una formación concreta, la carrera de psiquiatría, una familia que le había enseñado lo que es el amor y la seguridad, un pasado determinado, había crecido con una seguridad determinada, incluso un cerebro, una química, y un cuerpo concreto.
"El sufrimiento deja de ser sufrimiento en cierto modo en el momento en que encuentra un sentido."
La logoterapia se considera una teoría poco científica, entre otros motivos, porque simplifica el sufrimiento y le da a la voluntad personal demasiada capacidad de acción. Eso no quiere decir que el libro no sea increíble, que se pueden aprender muchas cosas de su historia personal, pero no todos somos Frankl. Es la historia de una única persona entre los millones que murieron y los que sobrevivieron.
Su teoría, la logoterapia, se ha aplicado entre otras áreas al mundo de la empresa y la vida moderna: si encuentras la motivación personal estarás bien, serás feliz y harás un buen trabajo. Y, si no, es tu responsabilidad cambiarlo. No es un salario insuficiente, no es una situación precaria, no es que no puedas llegar a fin de mes, no es que no dispongas de tiempo, de medios, de ayuda. No es que dediques tu vida a que otros se hagan ricos, no es que no puedas ver a tus hijos más que una hora al día. No, eres tú y tu actitud.
Otra gran defensora de logoterapia es Marian Rojas Estapé, que últimamente ha recibido muchas críticas por este mismo enfoque, algunas con mucho humor:
Otras más serias como:
Y también este divertido episodio del podcast Amiga Date cuenta que siempre es un gusto escuchar.
A pesar de todo lo que he escrito, el libro es un testimonio increíble de cómo una persona se enfrenta a lo peor del ser humano y hace de ello algo bueno.
"Cuando ya no podemos cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.
En una idea magnífica que ojalá yo puede aplicar, aunque para mi la clave está en cuándo no podemos cambiar una situación.
Si lo pienso bien, igual no soy una cínica. Igual soy una gran optimista porque creo que lo hay que cambiar (y lo que se puede cambiar) es la situación, la sociedad, y el sistema. No a mí. El verdadero optimismo es revolucionario.
Amaya Ascunce
P.D. 1 Esta cita de Naomi Klein en Doppelganger: Un viaje al mundo del espejo (Estado y Sociedad) me tiene rumiando toda la semana: “En lugar de encontrar la manera de tener un mundo en el que todos puedan prosperar, quieren que sus hijos prosperen en un mundo que se cae a trozos”.
P. D. 2 Estoy tremendamente dispersa, como esta carta. Lo sé.
P. D. 3 Tengo ganas de escribir algo frívolo y luminoso, pero chica, no hay manera.
P.D. 4 Me preguntáis si leer mi libro (La idea de ti) puede ser doloroso mientras estáis en un proceso de tener hijos. Nunca sé qué contestar porque hay personas que me han dicho que les ha ayudado, pero imagino que las que no, no me lo dicen. He pensado recomendar otro libro: Dar a sombra, de Berta Mongé.
Es formato diario con miles de pensamientos (que yo también tuve) contados con sensibilidad y belleza. Espero que os sirva.
Me ha gustado mucho esto también sobre escribir.
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Te aplaudo con fuerza. No estás sola en tu cinismo, yo también soy la cínica de la charla motivacional y todas esas mierdas. No sé puede cambiar todo y exigir a la gente que se tome los problemas del sistema, la precariedad, la falta de tiempo, etc de otro modo es cruel porque no se puede.
Y a mi tampoco me salen cosas luminosas últimamente.... y paso de exigirmelo
Gran artículo, Amaya. Hace falta que todo esto se recuerde de vez en cuando <3
Creo que vivimos una gran confusión entre distintos grados de ser, uno eminentemente existencial y otro más profundo. Creo que gran parte de el empeño de, voy a llamarla, "el grueso de la autoayuda" es eliminar esta frontera, que como dices tú... pues ojalá. En el plano más existencial tenemos, entre otras cosas, las condiciones materiales que nos son propias, y no siempre fáciles de cambiar. Pretender que depende de nosotres este cambio es atribuirnos una capacidad que puede volverse dolorosamente en nuestra contra, pues como ejemplificas muy bien con la historia de F. no siempre podemos gobernar este rumbo de la vida que puede llevarnos por derroteros muy crueles; y si la elección estaba en nuestra mano, el daño nos lo estaríamos infringiendo nosotras mismas. Qué discurso tan poco agraciado, en realidad. Ni siquiera creo que fuera lo que pretendiera Frankl. Pero también veo cómo desde estas esferas se remiten una y otra vez a los estoicos, malinterpretando su mensaje claro. Frankl vivió el infierno, Epicteto fue esclavo, y ninguno de los dos lanzó el mensaje de que aquel plano existencial que atravesaron fuera un camino de rosas que pudieran cambiar o sortear con sólo desearlo. El mensaje es otro: hay un plano que no controlamos y que puede llenarse de horror, pero hay otro más profundo que, cuando entramos en crisis existenciales o de sentido, puede devolvérnoslo porque no todo acaba ahí, en ese momento.
Ese plano ontológico, profundo de nuestro ser o existencia, es un espacio con el que si logramos conectar, siempre nos podrá aportar serenidad. Pues está ahí, imperturbable a los vaivenes existenciales. Se trata de un sentido que radica en la propia vida o existencia, en la conciencia de que no tenemos que tratar de controlarlo todo o responsabilizarnos de todo, como precisamente se hace desde estos ámbitos. Pues quizá no podamos cambiar nuestra situación de vulnerabilidad material, pero esta situación tampoco cambiará el hecho de que mañana volverá a salir el sol, de que los árboles seguirán creciendo verticales, de que los animales seguirán agrupándose en sus manadas, etc. Es un plano en el que estamos y en el que a veces dejamos de reconocernos, y que nos recuerda que hay algo más allá de la desidia que podemos aprehender, que podemos encarnar pero no poseer, algo con lo que podemos rompernos y reconstruirnos, con lo que podemos fluir pero no tener. No tenemos el control ni las respuestas, pero sí participamos de cierta "magia" que, paradójicamente, compartimos en unidad y desdeñamos por medio de un profundo individualismo. Y en ella reconocemos un mal existencial aunque no un mal originario, y nos da herramientas para construirnos existencialmente, en este plano en el que nos desarrollamos, con la misma materia que habita en lo profundo de nuestro ser y que nos aúna. Sin anularnos mientras nos dicen que todo depende de nuestra actitud, sino tomando consciencia de lo que sí está bajo nuestro control y lo que no.