Hace unos días estuve en un evento con muchas mujeres y noté, como nunca, un salto generacional. Las mujeres mayores con las que charlé, todas, hablaron de su carrera, de dónde habían llegado, de lo que les había costado, de horas extras de trabajo, de esfuerzo, contaron lo qué hacían o cómo lo hacían. Varias mencionaron la palabra éxito. También hablaron de sus hijos, de sacrificio y orgullo. En la mayoría se notaba una definición de ellas mismas muy intensa a través de lo que hacían, de su trabajo.
Con las más jóvenes las conversaciones fueron muy distintas: vulnerabilidad, estrés, salud mental, congelación de óvulos, vida personal, hijos, meditación e, incluso, sueños, cambios de localización, viajes... Ninguna habló de su trabajo, ninguna me explicó qué hacía exactamente más allá de su puesto o cargo.
Todas aquellas mujeres tenían trabajos interesantes. Y mi grado de confianza era muy similar. Escaso. ¿Es cuestión de edad? ¿Es porque la vida de las más jóvenes está menos asentada? O ¿el trabajo ya no importa tanto a las nuevas generaciones?
No quiero que esto suene a juicio porque no lo es. Somos producto de lo que nos han enseñado, de lo que hemos tenido que demostrar y, entre esas mujeres mayores muchas se ganaron su independencia económica a pulso y contra los prejuicios y barreras. Pero creo que ha habido un cambio. La cultura del trabajo, de que si te esfuerzas todo saldrá, está en juicio. Así como esa manía que tenemos de definirnos a través de nuestro trabajo. Me he dado cuenta de que es lo primero que suelo preguntar a un desconocido. Y estoy tratando de no hacerlo. Una vez un comercial me contestó:
- ¿Mi trabajo? ¿Por? En realidad, lo odio.
El 99% de los centennials anteponen su salud mental a su carrera profesional y a su educación leí el otro día. 99%. La leche. Me parece increíble después de haberme criado en la teoría del esfuerzo de los 90. O igual, por eso.
También me gustó mucho esto que escribía Marita Alonso en la web de ELLE: “Es perfectamente normal no sentir una pasión especial hacia tu trabajo. Le hemos vendido a las generaciones venideras la idea de que tienen que amar su trabajo y que este ha de ser la fuente de su felicidad, pero la mayoría de la gente trabaja para ganar dinero, y no hay que avergonzarse por ello. De hecho, la frase ‘el trabajo te ha de hacer feliz’ ha hecho mucho daño”.
Y luego está el dinero. El otro día me preguntaba una amiga que tenía una oferta de trabajo muy golosa encima de la mesa: ¿Por qué sueldo sacrificarías un año de tu vida en un curro horrible? Me planteó un trabajo de 8 a 21.00 horas de lunes a viernes, a tope de estrés y presión. Sábados y domingos con algo de curro en casa. Más o menos lo que es normal para esas personas que trabajan en auditorías, por ejemplo. ¿Perder un año de mi vida? ¿Del de mi hija, mi marido, mi familia y amigos? ¿De mí misma? Eché todo tipo de cuentas y ninguna me salía.
Digo esto y yo no paro de producir. Tengo un trabajo a tiempo completo, y un podcast, y escribo esta newsletter y también libros. Son como tres trabajos. Me he vuelto una experta en usar 10 minutos libres en algo productivo. Y también hago elíptica. A veces, nado. Pero, chica, qué cansado es todo esto. Soy el jodido hámster en la rueda. Al menos no cocino, ¿te imaginas que también tuviera que cocinar? Como esas mujeres de la generación anterior que encima de toda la carga del trabajo, de pelear contra techos de cristal, contra la familia, contra sus jefes, aún por encima, tenían que llevar la casa y hacer bizcochos esponjosos. Hay que tener claro todo lo que les debemos. Aunque me relaja pensar que las que vienen lo tienen más claro. En el fondo igual sí soy una optimista, creo que lo que viene es mejor.
P. D. 1 . También leo pero eso está fuera de la rueda, sobre todo si no lo hago pensando en esta newsletter. He leído Maus de Art Spiegelman. No suelo leer comic, no sé por qué. Éste es la historia de un judío polaco superviviente de Auschwitz contada por su hijo con el que tiene una relación complicada. Habla sobre qué queda en la cabeza de los sobreviven, las consecuencias del drama, sobre la gente que ayuda, y los que se aprovechan. Es un bestseller que se publicó por episodios en la revista Raw y fue la primera novela gráfica en ganar un premio Pulitzer en 1992.
Cualquier tiempo es bueno para leerla. Ahora, ni te cuento.
P.D. 2 En Generación R esta semana charlé con Lara Goretti sobre qué pasa cuando la vida te cambia lo que esperabas, y cómo pensamos que todo va a ser peor de lo que acaba siendo. Ojalá.
Que enriquecedora es tu lectura siempre ! Me considero de las nuevas generaciones y soy feliz por ello .. hay más vida muuuucho más más allá a del trabajo y eso que amo y disfruto lo que hago pero no me define ni es mi prioridad . Y el cómic pfffff brutal !
Gracias por tus lecturas siempre !
Un placer de domingo leer tus palabras mientras desayuno con calma fuera de la rueda de hámster, me lo permito. Debo ser un híbrido entre la generación anterior y la que viene, yo además de producir, sentirme impostora, le doy importancia a la salud mental (desde hace poco) y además cocino. Maus, un “imprescindible” . Gracias y feliz semana