Voy humilde con mis propósitos de año, que covid mediante y tres semanas de confinamientos encadenados, han sido trasladados a febrero. Esta semana me he enfrentado por fin a ellos:
Utilizar hilo dental todos los días. Me cuesta esto. Me hago trampas.
Hacer más ejercicio. Esto me cuesta más.
Todo viene por este libro. Buenos hábitos, malos hábitos: La ciencia de llevar a la práctica cambios positivos que perduren en el tiempo de Wendy Wood. No suelo leer auto ayuda pero, en realidad, este libro es más un estudio.
Yo me pasé muchos años pensando que no tenía fuerza de voluntad. Luego muchos años sorprendida porque sí la tenía para algunas cosas: dejé de fumar, escribí libros, llevo nadando años… Luego frustrada porque carecía de ella para otras: practicar más ejercicio además de nadar, hacer dieta, no tomar tanto azúcar, escribir diariamente…
“Se da por sentado que la fuerza de voluntad lo es todo y, por tanto, el cambio personal se convierte en una especie de examen de nuestra personalidad, o al menos de nuestra parte consciente”.
Wood habla de que el famoso slogan de Nike “Just do it” refuerza la idea de “si no lo hacemos, es porque en realidad preferimos no hacerlo”. Esto produce a la vez que tres cuartos de los estadounidenses piensen que la obesidad es falta de autocontrol en lo relativo a la comida. A pesar de que varios estudios demostraron que aunque la mayoría de la sociedad piensa que comer cinco piezas de fruta y verdura es mejor para la salud, hacer campañas de concienciación, no aumentó el 11% de personas que toman las cinco piezas (obesos o no). Quien tiene el hábito, lo tiene, y el que no, aunque considere que sería mejor para su salud, no consigue cambiarlo. Esto explica que tu cuñado, que siempre está en forma, no tiene más mérito. Igual solo tiene más suerte en cómo se forman los hábitos en su cerebro. Sería como darle valor al esfuerzo de una persona por ser alta, muy lista, o muy guapa, cuando es cuestión de genética.
Me vi envuelta leyendo este tocho por culpa de este artículo: No puedes simplemente decidir ser otra persona.
Muchos de los ejemplos del libro son en torno a la comida. Solo el 15% de las personas consiguen mantener los kilos perdidos a base de fuerza de voluntad cinco años después de hacer una dieta. Hasta el consejero delegado de Weight Watchers asegura que “en la inmensa mayoría de los casos, cuando la gente se esfuerza por cambiar no consigue mantener el esfuerzo”. Su teoría es que la gente hará el esfuerzo, perderá peso, lo volverá a ganar y volverá a perderlo. Así en un bucle infinito. También, por qué no decirlo, un bucle muy rentable para una empresa que se dedica a que hagas dieta. Es como la obsolescencia programada de Apple llevada a tu capacidad de cerrar el pico. Dura lo que dura. Por mucho que te empeñes.
Yo me he dado cuenta de que las cosas que conseguí no requirieron fuerza de voluntad, o solo al principio. Todas ellas siguen conmigo porque no necesito proponerme todas las veces que me enfrento a esos temas mantenerme en mi propósito. Es algo que se ha quedado integrado en mí. No me las cuestiono.
Resulta que cumplir tus propósitos no depende tanto de tu voluntad. Es más, si tienes que ejercerla todas las veces, la voluntad deja de funcionar. Esa es la clave, que sea un hábito y no un propósito constante. Que cada vez que vayas al gimnasio, no necesites pensar todo lo que te llevó a él la primera vez. No me pasa con la comida. La verdad.
Wendy explica un experimento curioso. Pidieron a un grupo que no pensara en un oso polar. Ellos pensaron en el oso cinco veces de media en cinco minutos. Pero es que además luego, pidieron a ese mismo grupo y a otro, que no había tenido el cometido de no pensar en el oso, que sí pensaran en un oso polar. Los primeros, los que tuvieron la prohibición, pensaron ocho veces de media, frente a los segundos, que solo lo hicieron cinco veces. Eso explica porque yo pienso mucho en tarta de queso cuando me he puesto a dieta, y mucho más cuando ya la he dejado, donde encima me dedico a probar todas las que recomiendan en Intagram. Ansiedad de rebote.
La clave parece que está en no tener que ejercer fuerza de voluntad. En que todo sea inconsciente. Me gustó esa idea, y por eso seguí leyendo 450 páginas.
Problemas: no me he terminado el libro. Tiene 700 páginas. No tengo tanta fe ni en mí, ni en la auto ayuda. Y, sobre todo, no tengo tanto tiempo.
Otro problema: la buena de Wendy en realidad no habla mucho de cómo construir hábitos. Bueno, da pistas. Es importante ponerte las cosas fáciles, tener un entorno fijo, y así el cerebro deja de tener que pensar en hacer las cosas y las haces. Repetir, repetir, repetir y hacerlo de la misma manera. Por ejemplo, asegura que las personas que trabajan muchas horas seguidas, tienen más contextos recurrentes. En cambio las medias jornadas o convivir con otras personas, sobre todo niños, produce menos hábitos. La tasa de caos y la flexibilidad son enemigos de los hábitos. No tener que decidir muchas cosas también ayuda. Explica que Obama reducía todas sus decisiones secundarias (como la ropa o qué comer) para centrar su cerebro en las otras miles de decisiones que tenía que tomar. Eso ayuda. Focalizar. Y luego esconder. Explica que en el experimento famoso en el que ponen una nube (un jamón en Pamplona) a un grupo de niños y les piden que esperen 5 minutos sin comerla y les darán otra, había dos grupos, los que podían ver la nube y los que no. Los segundos aguantaron más tiempo y fueron más los que lo consiguieron. Así que si eres del 75% que se comería la nube, Wendy dice que es mejor que no tengas nubes.
Yo me lo he puesto fácil. He colocado hilo dental por todos lados, en cada baño, en el curro y en el bolso. Y me he comprado una elíptica de segunda mano. Y no compro nubes.
Igual está ahí la clave pero no tengo fuerza de voluntad para acabarme ese tocho y además se me cruzó otro libro: Solo nos queda esperar lo mejor Carolina Setterwall. Una mujer que pierde a su pareja de un infarto mientras ella duerme en el cuarto de al lado con su bebé de ocho meses. Me ha gustado bastante. Es no ficción. Pero más que la parte del duelo, que también me resulta muy interesante, lo que más me ha gustado es como ella cuenta que se odia. Cuenta cómo presionó a su pareja para seguir avanzando en su relación: nueva casa, niño, obligaciones, cosas que él parecía no querer. Cómo se sintió culpable de haberle presionado y llevado a una situación de tensión mental y física. Y luego, cómo ella se vio igual en una relación posterior. Entender al otro. El miedo al abandono, el dolor, la soledad de sacar adelante a un niño pequeño, la necesidad de amar y ser amado, la soledad.
A todos esos que decís que sí os gusta el drama, que sois muchos, es una buena historia. No he necesitado ni un poco de voluntad para terminarlo.
P.D. 1 Cada jueves estrenaré un episodio del podcast Generación R. El primero fue Patricia Conde. Patricia fue muy generosa y habló conmigo como pocas veces se le ha oído. Abierta a algunos temas que no suele querer tocar y con esa inteligencia y humor que siempre la acompañan fue un lujo pasar juntas ese rato.
El segundo episodio fue de Teresa J. Cuevas. Teresa es arquitecta de profesión y pintora de vocación. Su voz sosiega. Hablamos de la creación, la herencia, los buenos consejos y lo oscuro y luminoso del postparto.
Estoy disfrutando mucho de las entrevistas. Sigo sin saber sentarme recta a pesar de todas las veces que me lo habrá dicho mi madre. La repetición no siempre es la clave.
Estupenda reflexión sobre el tema, encantada de descubrir tu podcast
Como siempre muy bueno tu articulo. Gracias