He leído que nos vamos de vacaciones a la vida que querríamos vivir. Me deprime la idea. Me gustaría vivir la vida que quiero todo el año. ¿Será posible? ¿Será cierto eso de que necesitas tener lo malo para valorar lo bueno? Podríamos hacerlo al contrario: un mes currando en ciudades atascadas, contaminadas, incómodas y llenas de gente y once meses de vacaciones.
Yo me voy de vacaciones a un lugar opuesto al que vivo. Aislado. Despoblado. Húmedo. El mar estaba bonito, como siempre. La playa casi vacía, había libélulas a montones y las higueras olían intenso. Todo bien.
Me crucé por la calle con Mark, el dueño del chiringuito que siempre parece deprimido poniendo copas frente al mar. Esta vez conducía un tractor y parecía muy contento, más que dando martillazos. Su chiringuito sigue siendo una ruina. Nunca sabes cuando abre, no tiene de nada y pone los Dire Straits todo el rato. No hemos cruzado ningún tipo de información personal (¡bueno es él!) pero si fuera su amiga, le recomendaría, sin lugar a dudas, conducir tractores más que atender chiringuitos. Ojalá tenga algún buen amigo.
Me dio lumbago en la playa. Ponerse enfermo fuera de casa me produce ansiedad. Y cuando tengo ansiedad no la acepto. Me hablo fatal y me digo cosas como: “Amaya, no seas una jodida floja, no tiene ninguna importancia”. Pero sí la tiene. Andar como chiquito, pero sin ninguna gracia, y pensar que te puedes quedar encallada en cualquier momento no es agradable. Menos mal que bañarse en el mar le baja los humos a mi otro yo y me perdoné un poco.
Dónde sí estoy encallada es en un libro: Vida y destino, de Vasili Grossman, escrita en 1959 sobre la II Guerra Mundial, en la que él fue corresponsal, y sobre la Rusia de Stalin donde estuvo prohibido. Se publicó en 1980 en Suiza años después de que muriera.
Lo sigo leyendo porque mucha gente que comparte mi amor por los libros lo recomienda. Y porque es verano, tengo tiempo, pero, tío, Vasili, menuda mala leche al escribirlo. Creo que pasas unas 200 páginas sin saber quién habla a quién. Todos tienen nombres rusos imposibles pero es que, encima, los diminutivos no se parecen en nada al nombre. No sitúa nada, el tío. No sabes dónde está nadie. Abandona a un personaje durante 400 páginas y luego lo retoma sin ninguna explicación. Pero sigues porque dice cosas así:
Yo no creo en el bien, creo en la bondad.
Y esto:
El bien no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas, no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares, no está en la ética de los filósofos. Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. Al final del día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas.
Tiene más de mil páginas, de letra canija. Para ser periodista (fue corresponsal de guerra) se salta todas las normas de la comunicación eficiente. Pero luego dice:
Comprendía vagamente que, bajo el fascismo, al hombre que desea seguir siendo un hombre se le presenta una opción más fácil que la de conservar la vida: la muerte.
Y sigues, claro, que sigues.
Lo principal era que los hombres son hombres, sólo después son obispos, rusos, tenderos, tártaros, obreros ¿lo comprende? Los hombres no son buenos o malos según si son obreros u obispos, tártaros o ucranianos; los hombres son iguales en tanto que hombres.
Creo que hay que ser un poco masoquista para leerse este libro. Y, en mi caso, solo es posible en verano, con muchas horas. Normalmente leo tres libros a la vez. Pero con este no puedo. Lo ocupa todo en mi cabeza. Me tiene al borde de prenderle fuego y llorando a mares. Eso también.
¿Qué puedo decirte de los seres humanos? Me sorprenden tanto por sus buenas cualidades como por las malas. Son extraordinariamente diferentes, aunque todos conocen un idéntico destino. Imagínate a un grupo de gente bajo un temporal: la mayoría se afanará por guarecerse de la lluvia, pero eso no significa que todos sean iguales. Incluso en esa tesitura cada cual se protege de la lluvia a su manera.
También estoy encallada en un perfume. Es una nueva higuera que ha llegado a mi vida: Athenean de Heeley. Me lo regalaron las chicas de Laconicum porque una compañera les dijo que me iba gustar. Tenía razón. Se da un un aire a mi querida Philosykos de Diptyque pero con un toque de melón.
Imagino que ya que no puedo vivir once meses debajo de una higuera, me traigo las higueras a mi vida.
El otro día, la mujer que limpiaba el portal de mi casa dijo al entrar en el ascensor del que salía yo:
-¡Bendito sea! Aquí huele a mi pueblo. ¡Qué ganas de que llegue agosto y salir pitando!
Pues eso, a salir pitando a vivir debajo de una higuera mientras pensamos y soñamos cómo hacerlo durante todo el año. Porque en algún momento tiene que pasar. Digo yo.
P.D.1 Necesito o acabar este libro o abandonarlo. Cualquiera de las dos cosas me sirve. Pero es que no me deja Vasili:
Aquellos que luchan por su propio bien tratan de presentarlo como el bien general. Por eso proclaman: mi bien coincide con el bien general, mi bien no es sólo imprescindible para mí, es imprescindible para todos. Realizando mi propio bien persigo también el bien general.
Así, tras haber perdido el bien su universalidad, el bien de una secta, de una clase, de una nación, de un Estado asume una universalidad engañosa para justificar su lucha contra todo lo que él conceptúa como mal.
P.D. 2 En serio, solo recomiendo la lectura de este libro en caso de extremo de amor por los libros, algún tipo de trastorno emocional por los dramas, algo de vocación de sufrimiento, orgullo, y mucho mucho tiempo. Si no, pasad.
Directamente no voy a leer el libro ,tengo tiempo pero no ganas de obligarne a leer ,tengo mis trastornos pero no por los dramas (jajaja) vivir como en vacaciones que maravilla sin estar pendientes del reloj,de las personas ,de los mil compromisos y dándonos igual que pintas llevemos, total estamos de vacaciones . Ojalá en algún momento de nuestras vidas aprendamos a vivir como wn vacaciones.
A puntito estuve de comprarlo en la feria del libro de Madrid , pero me lleve otros , dije “para otra vez”