No sé si voy a ser capaz de explicarme. Tengo un runrún que no se ha concretado del todo, pero la vida va muy rápido y esta newsletter también. A veces llega antes el domingo en el que me toca publicar, que mis propias conclusiones. Pero como soy de rumiar una idea mucho tiempo, tampoco consigo venir con otra diferente. Así que esto es lo poco que traigo hilvanado.
Leí esto en The Atlantic sobre dos perfiles de personas: los maximizadores son los que rastrean toda la oferta del mercado, valoran la mejor opción, pros y contras y luego deciden. Los otros son los satisfechos: que buscan mucho menos, pero se conforman con su elección.
“A las personas que hacen esto se les llama "satisfechos", y se descubrió que son más felices que los "maximizadores", personas que sienten que deben elegir la mejor opción posible. Los maximizadores ganan más, según descubrió Schwartz, pero también están menos satisfechos con sus trabajos. De hecho, es más probable que estén clínicamente deprimidos en general”.
Me acordé de ese artículo buscando casas de vacaciones. Nada me encajaba del todo. Tenía una reserva hecha, pero seguía buscando compulsivamente porque la casa no estaba donde yo quería (¿Es culpa mía por haberme pasado recomendando Xeraco?).
No suelo ser así. Soy más practica que perfeccionista la mayor parte de las veces. Compro rápido y no suelo sentir que me equivoco. No es porque acierte más, es porque me importa menos. Lo que, ojalá, me pasara con todo, la verdad.
Yo admiro esa actitud desde niña: la capacidad de querer lo que se tiene. Conozco gente así. Se convencen de que su casa es mejor que cualquier otra. Está en el mejor barrio. Con la luz necesaria. Si tuviera más luz sería demasiado luminosa. O el coche. Es justo el que necesitan porque, si consumiera menos, tendría más gastos de taller. Cosas así. Lo curioso es que cuando cambian ese coche o esa casa, los nuevos pasan a ser los perfectos. No sé si es una forma de conformismo o de contentarse, y lo mismo da, porque resultan más felices que los otros. Para los otros, nunca nada está bien del todo. También conozco gente así. Siempre están con un pie en el siguiente movimiento porque según toman una decisión, piensan que podrían mejorarla. Según compran una casa, piensan que el mercado va a bajar y que es un buen momento para comprar la siguiente. Según entregan un trabajo, sienten que el siguiente tiene que ser mejor.
El artículo dice: “Cada vez que necesites un portátil nuevo, llama a un amigo maximizador y dile: "¿Qué ordenador me compro?" Y te compras ese. ¿Será el portátil perfecto para ti? Probablemente no. ¿Será un portátil lo suficientemente bueno para ti? Absolutamente. Te lleva cinco minutos tomar una decisión en lugar de cinco semanas y es una decisión "suficientemente buena".
El caso es que he confirmado mi reserva. He dejado de buscar. Y se ha producido en mí una forma extraña de satisfacción. He comenzado a emocionarme con la casa, a investigar la zona, y a pensar en los libros que me voy a llevar.
Ahora tengo que extender esta forma de pensar a todo lo demás. Creo. Lo tengo que pensar todavía un poco.
Amaya Ascunce
P.D.1 Un libro para vuestra maleta: “No me gusta mi cuello”, de Nora Ephron.
“Los bolsos de noche, por razones incomprensibles salvo para un marxista, cuestan incluso más que los bolsos normales”.
Son ensayos cortos sobre cosas variadas. Me he reído mucho. Es fácil, ligero, y por ello, más importante que mucho de lo he leído últimamente.
La receta de los rollitos está en la página 36, aunque no dice nada de lo estresante y trabajoso que es hacer rollitos; ni siquiera insinúa la tensión que una persona puede llegar a producir en una casa cuando sirve unos rollitos de primavera que ha tardado horas en hacer y no están ni la mitad de ricos que los del restaurante chino de comida para llevar.
Y esto:
Estará poco hilvanado, pero siempre es un gustazo leerte🤗
Muy bueno. Yo soy de los "satisfechos" y, desde niños, les he dicho a mis hijos que la mejor decisión es la que se toma. Gracias por la reflexión.