El pasado día de la madre vi muchos mensajes felicitando el día con cuidado a las no madres, a las hijas sin madre, a las mujeres en procesos de fertilidad, y las que habían perdido hijos. También a las que se llevan mal con su madre, las que no creen en las madres y otras variantes.
No sé si es sensibilidad o una forma rara de contención porque nos hemos convertido en emisores de mensajes públicos y andamos todos con pies de plomo de qué produce cada palabra en el otro.
En el día del padre no noto esa ola de contención. A mí no me gusta especialmente el día del padre porque hace 13 años que murió el mío, pero no necesito ese cuidado público. Me vale con cerrar Instagram. O incluso me puedo alegrar por los otros, por esos que tienen padres viejitos y simpáticos a su lado, con los que pueden seguir hablando del último libro que han leído. Puede que me duela mi vacío y me lo recuerde, claro, pero no siento que una mujer en Soria a la que no conozco de nada tenga que pedir perdón por querer hacer una muestra de afecto a su padre o su madre.
Aunque tampoco es mi estilo. Me resulta raro como persona normal y corriente andar con esos paños calientes si es que le quiero felicitar el día a la mi madre en redes. Que no quiero, que no tiene Instagram y que, si lo tuviera, no le haría ninguna gracia tampoco mi afecto digital. No creo que tuviera cuidado con sus palabras a la hora de darme su opinión. No habría contención, seguro.
Leí sobre esta sensación en esta newsletter: “Nadie sabe cómo postear sobre el día de la madre”.
“La forma en que las redes sociales nos han empujado a adoptar las responsabilidades y consideraciones de las figuras públicas incluso si no lo somos”.
Sentimos una obligación de participar en esas olas de opinión, afecto o posicionamiento en redes. Cuando muere alguien o hay una desgracia es aún más intenso. Me pasó con la muerte de Paul Auster, que tiene uno de los principios de novela que más me gustan: “Estaba buscando un lugar tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn”. Entiendo que hay una parte de homenaje pero, aún y todo, me hace sentirme incómoda. Me hace sentirme protagonista de un momento que no es mío. Después, leí el post de su mujer con el estómago encogido. Siri Hustvedt decía: “Fui ingenua, pero había imaginado que sería yo quien anunciaría la muerte de mi marido” cuando ya todo Internet había compartido una foto de él en su recuerdo.
He leído un artículo de Jia Tolentino (corazón, corazón) sobre cómo ha ocultado su segundo embarazo a Internet, a su teléfono. Se obligó a no buscar nada relacionado con embarazos, niños, bebes para hacer la prueba de si podemos escondernos en 2024 del algoritmo. Pudo conseguirlo.
Es raro pensar en hacer algo así, esconderte, y ser escritora, porque la mitad de su vida está expuesta en su obra. Lo mismito que yo aquí y en los libros.
“Sentí un destello de comprensión de cómo esta idea de que todo era controlable se había vuelto tan omnipresente, de cómo habíamos confundido coerción con cuidado”.
Retuerzo un poco esta cita porque ella la usa para referirse al cuidado de los hijos pero en el fondo todo me parece lo mismo. No querer que nadie se ofenda, que a nadie le duela mi alegría.
Leí a mi amiga María Fernández-Miranda en su newsletter una reflexión sobre lo mismo que: “Los que han escapado al algoritmo son hoy los ganadores”.
Los que viven fuera de Internet, de los post, de los likes, de la sensación de tener un altavoz abierto, de que estés expuesto y a la vez, tener miedo de cagarla con cualquier palabra.
Pero, claro, es que cuidado con las palabras.
M. en el día de la madre después de darme un ramo y un precioso dibujo de arcoiris:
—Mamá, ¿cuándo es mi día?
—Pues creo que el 12 de mayo es el día del niño.
—Vale, pero ¿y cuando es el mío?, el de la niña.
Vete, y explícale que la palabra ‘niña’, está incluida dentro de la ‘niño’. Y que no es una segundona en su propia celebración, que es el lenguaje y tal. Yo no he podido. Y Ahora el 12 de mayo es el día de la niña y el niño.
Feliz día a todos y todas.
Amaya Ascunce
P. D. Esta semana he recibido un mail que respondía a uno mío: “Perdona ¿qué significa 100k?”, me preguntaba esa persona.
Hay gente que vive y trabaja y manda mails en 2024 y no sabe que son 100 k. Creo que sentí una forma de envidia.
Yo creo que es mas simple, a las personas que tienen heridas abiertas cuando algo se las toca les vuelven a doler, pero no soy yo la encargada de poner las curitas. Una cosa es ser respetuoso en la forma de comunicar (pública o privada) la otra es perder tu individualidad por respetar dolores que ni siquiera sabes que existen. Cada uno es responsable de sanar sus heridas.
Qué gustazo leerte siempre. Gracias por todo lo que das.