Una compañera de trabajo me contó un chiste el otro día. Dos niños: uno ha recibido por Reyes una Play, un balón de baloncesto y un ordenador:
-¿Estás contento con tus regalos?
-Bueno, los juegos de la Play son súper caros, y el balón en invierno no lo usaré mucho porque hace frío, y el ordenador seguro que tengo que compartirlo con mi hermano.
El otro niño ha recibido una mierda literalmente.
-¿Estás contento con tu regalo?
-La verdad es que sí, mucho, pero todavía no he encontrado el caballo.
Desde el 5 de septiembre, y parece que por culpa de una otitis, tengo un pitido en el oído izquierdo. Lo conté aquí. Y estas son algunas frases que se me han quedado pegadas entre los miles de consejos que he recibido:
-No va a pasar como tú imaginas. Un día te darás cuenta de que ya no lo oyes pero no sabrás cuándo ha pasado.
-A veces no se van. Aquí siguen conmigo.
-Es buena señal que a veces dejes de oírlo.
-El silencio absoluto no existe. No eches de menos algo que no existe.
-Pasará.
-Te acostumbras, y si no lo buscas, no lo oyes.
Depende de mi humor y de mi paciencia, una u otra vienen a mi cabeza.
Me han cabreado un poco todas las que me dicen que es cuestión de que me relaje, de estrés, de dormir, de mi postura. Todas ellas me responsabilizan. Y he probado a relajarme, dormir mucho, me he apuntado a Pilates, hago elíptica e incluso he dejado de nadar, con todo mi dolor, por si influye el agua en el oído. He dejado el café con cafeína también. ¿Quién soy ahora? Una mujer con un pitido.
Duermo bien. No me influye. Y mi ansiedad en otras áreas ha disminuido. Esa sensación de desasosiego, con algo de dolor de estómago, que a veces me daba sin entender yo por qué, no se ha repetido en estos meses. Parece que mi ansiedad ni se crea ni se destruye solo se transforma.
He leído estos días un libro que me ha gustado mucho: Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez.
He leído cosas así en foros:
Es un libro muerto, sin fuerza, sin vida, frío.
Es una tarea forzada.
Diálogos inverosímiles.
¿Por qué este caos absoluto de todo?
A veces doy con libros decepcionantes, como en esta ocasión.
Yo os lo advierto porque me sorprendieron. A mí me ha flipado. Nunez dice cosas así:
La única cosa más dura que verte a ti mismo envejecer es ver como envejecen aquellos a los que quisiste.
La protagonista acompaña a una amiga suya que tiene cáncer y reflexiona sobre la vida, la muerte, el amor o la amistad. Son fragmentos, historias cortas.
No sé quién fue, pero alguien, tal vez o no Henry James, dijo que hay dos clases de personas en el mundo: las que al ver sufrir a otra persona piensan: Eso me puede pasar a mí. Y las que piensan: Eso nunca me pasará a mí. El primer tipo de personas nos ayuda a soportar, el segundo tipo hace que la vida sea un infierno.
Bueno, claro, y también esta idea, que es un básico de la empatía y de intentar ser una buena persona.
“Sé amable, porque todos los que conoces están pasando por una lucha”.
Esta semana tuve un evento de trabajo que calculé que iba a durar dos horas. Duró tres y media. El caso es que tenía el coche en zona verde. Esperando la cola del guardarropa con una compañera hablamos de intentar llevar todo lo mejor posible (incluso un pitido) y de esas personas que siempre encuentran algo para el disgusto. Incluso cuando reciben lo que quieren, al poco tiempo tienen otro problema que rumiar. Le conté el chiste de la mierda y el caballo y le dije que tenía prisa porque tenía el coche mal aparcado. Salí corriendo consciente de que si me ponían multa, no podía ni siquiera pagar la mini multa porque me había retrasado más de una hora. Sería una multa completa. Y pagar por trabajar, pues chica, me pone de mal humor. El caso es que estaba justo el señor de la zona viendo mi coche con su maquinita. Me acerqué corriendo:
- Señora, se ha pasado más de una hora- me dijo muy serio.
- Lo sé. Si es que llevo ahí dentro una hora viendo que me iba a pasar esto, pero no podía salir. Estaba currando.
El tipo me miró. Miró su maquinita. Y dijo:
- ¡Bah! No pasa nada, váyase.-Y se marchó tan tranquilo.
- ¡Todavía queda gente buena!- Le grité como una zumbada a él y a un chico que había visto la escena y me sonreía.
Mientras me iba le mandé un audio a mi compañera:
- Nena, que sí, que hay que buscar el caballo.
Juego mucho a escoger entre situaciones absurdas tipo; si tuvieras que elegir ¿qué preferirías?, ¿no volver a oler nunca o no volver a tener gusto?
El otro día pensé que si me dieran a escoger entre 4 millones de euros y no volver a tener nunca dolor de ciática ni de espalda, elegiría sin dudarlo un segundo no volver a tener ese dolor.
Pero si me dieran a elegir 4 millones de euros (lo que implica no volver a trabajar y disponer de mi tiempo para leer, que es lo que yo realmente quiero en la vida) y que se me quitaran el pitido, elegiría los 4 millones de euros.
Pues eso, que creo que ando buscando el caballo.
Amaya
P.D. 1 Yo elegiría no tener gusto antes que perder el olfato, por supuesto. Para poder oler cositas como esta: La Dompteuse Encagée de Serge Lutens . Lleva frangipani, iYlang-Ylang y almendra. Yo no he olido en la naturaleza los dos primeros. ¿Me gustaría? Sí. Ni idea de cómo hacerlo. Este perfume huele a algo denso. Tiene eso que me gusta de las flores blancas y lo lechoso de almendra. También me huele como cuando pasas por la puerta de una frutería en la ciudad. Ese respiro, ese viaje. Huele como algún zumo con leche que me llevaba a las excursiones cuando era pequeña. ¿Cómo renunciar a estos placeres?
Amaya.
Hay un libro mararvilloso de Silvia Abascal.
Habla tb de los pitidos.
Ojalà te ayude leerlo. Saludos desde Galicia
Te puedes imaginar que me levantado esta mañana pensando si tú pitido habría desaparecido? Anoche me dormí escuchando un zumbido mecánico de no sé exactamente qué parte de la casa del vecino y de ahí a tu pitido por cosas del hilado neuronal 😂
Cómo siempre, un placer leerte 😘