Hola me llamo Amaya, tengo 44 años y un problema con Tik Tok. Ya no veo la tele, ni series, no leo, ni siquiera otras redes sociales pueden competir con la de horas muertas que paso haciendo scroll entre sus millones de mini vídeos.
Tengo una personalidad adictiva, tampoco nos vamos a sorprender a estas alturas. Si en el bar me ponen una nueva galletita durante 4 días seguidos, el quinto día, la echo de menos. Pero de una manera un pelín ansiosa diría. ¡Dame mi galleta camarero! Pues ahora estoy con Tik Tok que de ninguna manera enseñaría mis estadísticas de uso semanal a nadie. NADIE.
¿Cómo me ha podido pasar a mí? Con 44 años y una vida con bastantes estímulos. Ese algoritmo está creado por el mismo demonio.
Funciona de la siguiente manera. ¿Qué es esto que me muestra? Nada me interesa. Pero ¿por qué me saca tanta gente bailando? Vídeos aleatorios. Presto atención a uno de una preciosa puesta de sol. Me muestra 100 vídeos de puestas de sol. Me canso y las empiezo a pasar. El algoritmo empieza a mostrarme variaciones de puestas de sol. Una en Grecia, una granja de Idaho, una en Puertollano, una sobre el hielo. Tardo 1 segundo más en pasar la del hielo. Me muestra 100 vídeos de puestas de sol sobre el hielo: montañas, el mar helado. ¿Ummm el mar helado? 100 vídeos sobre el mar el helado. Pescadores, científicos, focas, y una mujer que vive con vistas al mar helado cerca del Polo Norte. ¿Umm esa mujer vive en el mismísimo Polo Norte? Me meto en su perfil. Me veo por propia voluntad 100 vídeos de esa mujer que vive en una casita sin agua corriente frente al mar. Veo cómo ventila sus edredones. Dónde hace la compra. Qué hacen cuando no tienen luz. Qué ropa llevan para salir a tomar algo en el pueblo. Hasta aprendo que tiene dos inodoros: uno para hacer pis y otro que quema heces. Mi sorpresa ante el descubrimiento hace que Tik Tok me muestre 100 vídeos acerca de las diferentes posibilidades que existen de quemar mierda. Eso nos lleva a Tik Tok y a mí al mundo de las furgonetas camperizadas. Y después de eso, al de las autocaravanas. Y ahora paso horas viendo camiones convertidos en viviendas. ¡Yo! Que si me regalaran uno solo pienso en cuánto dinero me darían por venderlo porque no se ocurriría viajar con eso ni loca. Y todo por prestar atención a cómo hace caca una mujer en el Polo Norte. Esta mujer concretamente.
He leído un artículo esta semana (que soy incapaz de encontrar) sobre cómo hemos acabado consumiendo contenido de gente que no conocemos de nada, ni nos interesa. Y a su vez, hay un montón de gente creando contenido gratis para gente que no conocen y que no monetizan. Tal cual.
Las redes sociales tenían algo de conexión, de ver la puesta de sol de tus amigos. La reforma del baño de tu tía Pepi. Incluso, la de poder charlar con alguien que vive en el Polo Norte acerca de una afición común como pueden ser la furgonetas camperizadas. Pero esto es otra cosa. Y tengo que salir de ella.
En cuanto a Ernie, décadas después lo reconocí en la cola de Zabar’s; para deleite de la concurrencia, le grité: «¡Ernie! ¡Te quise más que a mi vida!». Y él musitó: «Pero ¿quién es usted?».
Luego leo cosas así de la novela: De cómo recibí mi herencia, de Dorothy Gallagher (Gracias Clau). Y vuelvo a mi ser.
No fue fácil detectar el momento en que mi padre empezó a perder la chaveta, porque siempre había sido un hijoputa más terco que una mula, como él mismo decía de cualquiera que tuviese una opinión ligeramente distinta a la suya.
[…] No se cansaba de construir habitaciones. De niña, yo pensaba que mi padre había creado el mundo.
¿Por qué pierdo el tiempo en el scroll infinito de Tik Tok habiendo libros así?
La finca era de unos testigos de Jehová. Vivían en los dos pisos inferiores y siempre se asomaban al rellano cuando yo llegaba a casa. Para asegurarse de que no colaba a algún señor, claro. Me sabía mal defraudarlos tan a menudo.
Si queréis pasar un buen rato, y salir del jodido scroll, es un buen libro. Cuenta la historia de su familia ucraniana que emigra a Estados Unidos.
Escapan para eludir la muerte por inanición, los pogromos, la Revolución bolchevique, la guerra civil, etcétera. Escapan a la carrera ni más ni menos que de la historia.
Nuestra casa, donde una foto de Lenin colgaba en la pared del desván (yo creía que era mi abuelo).
Y luego habla de su historia personal: de sus maridos, de sus amores, del trabajo, el comunismo, la enfermedad o la vejez. Me ha hecho reír. Y también pensar qué hago perdiendo el tiempo viendo cómo hacen caca en el Polo Norte.
Os propongo un par de cosas para salir de ese scroll además del libro de Gallagher.
Como vivo por olas de obsesiones, ahora parece que estoy en mi época de lugares helados y aislados. He visto este corto documental de sobre cómo las morsas sufren el cambio climático. Un tipo pasa en mitad de una casucha el tiempo que ellas necesitan para aparearse y descansar. La zona de hielo es cada vez menor. Tieno algo de triste, de angustiante y a la vez de auténtico que me ha gustado mucho. Está en Filmin.
Este podcast. Es que no sé ni cómo recomendarlo. Si te gusta el periodismo, escúchalo y si el periodismo te parece una mierda, también. A mí es que me pasan las dos cosas a la vez.
En serio. Solo necesita un poco de atención a los nombres. Y dejar el Tik Tok a un lado.
Y un perfume para terminar. Algo optimista, ingenuo, limpio. Algo que el algoritmo no puede interpretar (al menos de momento). Se llamar Petite Cherie de Goutal. No es un olor infantil, que el nombre confunde. Huele a pera y rosa. Yo jamás me compraría un perfume que huele a pera y rosa, la verdad. Pues así es la vida. Te crees que no va contigo. Pero le das una oportunidad, y ya vas por el tercer bote. Me huele a cojín, a hierba y a siesta. Además la marca ha vuelto a este diseño precioso del frasco después de cambiar a algo más moderno que no gustó a sus compradores. Está bien admitir que te has equivocado.
Amaya Ascunce
P.D. Feliz día del libro. No soy muy de sacralizar nada, ni siquiera los libros pero hay que reconocer y recordar que nuestra vida sería bastante peor sin los libros y los escritores. Portaos bien con ellos si conocéis alguno, son gente que sufre mucho (y cobra poco por escribir).
No me quiero imaginar cuando te enganches al chatgpt. Jajaja. Yo no estoy enganchada a tiktok. ¿Por qué? No lo tengo.. Es la única manera de no caer. Soy débil.
Cómo te entiendo, Amaya...Echo muchísimo de menos la capacidad que tenía antes para concentrarme en la lectura(por eso el verano pasado fui muy feliz leyendo tu libro en la playa😍). Leer es como ir al gimnasio:una vez que consigues arrastrarte hasta allí, te sientes mucho mejor...es un placer de recompensa póstuma.No como la "diversión" inmediata que proporciona, en mi caso, ver minivídeos de gente bailando, "cocinando" y comiendo bocadillos inmensos(¿sus cacas serán directamente proporcionales a la cantidad ingerida?) o viviendo en sitios paradisíacos junto al mar(donde supongo que hasta la caca olerá mejor🤣)En fin, que internet nos está echando a perder...