Tengo pilates un día por semana. A las 7 de la tarde. Un día fijo. A una hora fija. Me es complicadísimo ir.
Quiero empezar otra cosa otra y llevo 4 días cruzando mails para ver si consigo un hueco de otra hora donde no me suponga un quebradero de cabeza. De momento no lo consigo porque no puede ser en fin de semana.
¿La vida es esto? ¿Soy yo que no consigo organizarme? ¿O vivimos una vida en la que tener 2 horas fijas entre semana fuera de nuestro horario laboral es un imposible?
No puede ser. Dos jodidas horas.
La mejor compra que he hecho es la elíptica porque cuando saco 20 minutos me subo a ella. Me digo esto pero, en realidad, no consigo sacar tiempo más que los sábados y los domingos por la mañana. Igual hubo un día milagroso que acabé de currar y me monté en ella. Un día. Y seguro que fue de teletrabajo.
Decía Anne Helen Petersen (la gurú millennial sobre el trabajo) en su newsletter Culture Study hace poco: “Cuando tu vida está tan precariamente equilibrada, los fines de semana no son para descansar o reflexionar, en realidad no. Son para apiñar las cosas para las que no tuviste tiempo durante la semana (cualquiera que sea la apariencia de ocio por ejemplo más de 17 fiestas de cumpleaños para niños o eventos deportivos si eres padre) y luego ponerte al día o prepararte o planificar comidas o lavar suficiente ropa. En preparación para la semana que viene”.
La entiendo. Estas semanas se suman en mi vida: veterinarios, pediatras, pruebas médicas, reparaciones en casa, presupuestos para obras… Hasta comprar un mando nuevo para el garaje es una cosa más en esa lista que encajar. Una escapada de fin de semana supone un extra de angustia logística. El otro día me dijo el del TAC del gato que no trabajaban en fin de semana y casi me pongo a llorar. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuándo lo llevo?
Tengo un horario normal y lo respeto. De 9 a 6 como tantos más el tiempo de desplazamiento que en Madrid es cosa seria. Pero siempre hay algo. Un evento, un acto, una cita con el médico. Un par de días libres a veces me supone que salte todo por los aires. Mi bandeja de entrada se convierte en un pozo en el que me ahogo. El encaje de bolillos se desborda. ¿Soy yo?
Hablo con un amigo: ¿Cómo estás? “Muy estresado. No me da la vida. Me tiembla un ojo”, contesta. Mi amiga P.: “Perdona que no te he respondido la llamada porque llevo dos semanas de locos y encima con gripe”. Un audio de C.: “Estoy reunida. A ver si conseguimos hablar. Que nunca nos pillamos. Lo vuelvo a intentar yo luego. Te echo de menos”. Podría seguir párrafos y párrafos. Amigos y amigas.
Lo cierto es que me da angustia comprometerme a algo en un momento fijo. Aunque sea algo que quiero y que necesito. Al final restamos del ocio, del placer e incluso de pasar tiempo con nuestra pareja, hijos y amigos. La vida se convierte en logística.
Anne Helen Petersen decía en su newsletter: “No necesito dejar de cuidar a los hijos de mis amigos, o dejar de correr, o dejar de tener perros, o dejar de esquiar para que todo esto [agita las manos violentamente] encaje en su lugar. Solo necesito estar atenta para no asumir más trabajo del que pueda conciliar con el resto de mi vida. El trabajo importa; el trabajo es importante; el trabajo es maravilloso Pero el trabajo no es suficiente”.
Necesito lo otro. Todo lo demás. Leer, y charlar. Pensar. Ver una serie. Pilates. Poder ir la médico sin mover la cita cuatro veces. Ir a nadar. Irme dos días a ver a mi familia y que no me suponga una angustia de preparación, de adelantar cosas, de trastocar la siguiente semana, la anterior…
Pero ¿cómo se hace? Si llegas a casa a las 7 de la tarde. ¿Cuándo se vive?
M. me dijo el otro día:
—Mamá, por qué vamos al cole 5 días y solo hay 2 de no ir.
Ni 4 años tiene y lo ve claro.
¿Cómo lo hacéis? ¿Tenéis dos horas para vosotros? Enseñadme, por favor.
Amaya
P.D. La newsletter de Anne Helen Petersen es una gozada: Culture Study. Y su libro ‘No puedo más también’. Lo conté por aquí.
Dice cosas así:
“Volver a comprometerse con uno mismo, apreciarse, no es un acto de cuidarse a uno mismo ni de egocentrismo, por lo menos no según las connotaciones contemporáneas de estos términos. En su lugar, es una declaración de valor: no porque trabajemos, no porque consumamos, no porque produzcamos, sino simplemente porque somos. Para salir del desgaste y, en última instancia, resistirnos a su reaparición, solo hay que recordarlo”.
O así, ahora que se habla tanto de la semana laboral de 4 días.
“En el lugar de trabajo moderno, es tal el grado de angustia que llegan a sentir todos los que pertenecen al grupo de los asalariados desde los directivos a los propios trabajadores por verse obligados a demostrar su valía, que se termina ignorando una auténtica legión de pruebas que demuestran que casi siempre se consiguen mejores resultados trabajando menos”.
M. lo tiene clarísimo.
Y mi nuevo gurú también.
Tengo 63 tacos, 3 hijos casi todos fuera de casa, sigo trabajando...y aun sigo cambiando las citas de Pilates, fisio y fuerza porque no me da la vida...asi desde los 18? cuando no tenia hijos, pero trabajaba y estudiaba, y "me manifestaba contra la dictadura en A. ....no se que decirte...sera que asi es la vida? O Aun no encontre la zanahoria detras de la que corro??
Yo me he reducido la jornada, renunciando a un 25% de mi sueldo. Los próximos 12 años. Luego veremos. Salgo a las 3 y pago guardería hasta las 5. La culpa hace que casi siempre recoja al niño sobre las 4. Pero me permite utilizar esas casi dos horas para todo lo que necesite, limpiar, cocinar, leer, dormir, caminar, ir a una exposición corta, hablar con alguien ( mandar audios porque poca gente puede a esa hora). Los fines de semana reducción total de vida social. Elegir muy bien a quién ver, solo un plan al día. Y mucha vida de parques y de urbanización. La familia está lejos. La visitamos cada 3 meses y si pueden en medio nos visitan. Las peores semanas hay una opción quitándonos sueño: levantarme a las 6 de la mañana mientras todos duermen: desayunar en silencio. Y empezar el día habiendo controlado mi vida 😃. Mucho ánimo